El coronavirus, maldita solución contra los macroproblemas del turismo y la humanidad

Las clases más acomodadas de la humanidad llevaban especialmente el último año bramando contra varios grandes problemas globales como la ecología; la saturación turística en determinados puntos del planeta, y la incapacidad del sistema para aguantar el envejecimiento de la población, que a la vez se concentraba cada vez más en las ciudades. Y de repente, ha surgido este maldito virus para aliviar estos problemas cuya solución parecía totalmente imposible.

Los humanos, por nosotros mismos, nunca hubiéramos puesto freno a la creciente contaminación, salvo si nos viéramos obligados porque nuestra salud estuviera amenazada y ello nos forzase a cambiar nuestro estilo de vida. Y así ha tenido que ser, con este maldito coronavirus, precisamente aparecido en el año en que el que más se ha demonizado a los aviones y al turismo. Y con la perspectiva de que ello iba a empeorar en los años siguientes con el boom de las clases medias asiáticas viajando por todo el mundo.

Esta racha se va a cortar de raíz, y la única forma de solventar un problema tan global quizás solo fuera con una pandemia planetaria. Destinos icónicos como Venecia, París o Egipto acumulaban años cada vez más atestados de turistas, y esta saturación, que amenazaba con extenderse a otros lugares, suponía un golpe a la sostenibilidad. Había planes para evitarlo, pero ahora el maldito bichito lo ha cortado en seco, y sobre todo va a frenar el crecimiento imparable que se antojaba de chinos llenando las plazas europeas.

El envejecimiento de la población era otro de los grandes problemas comunes siempre abordado en los foros globales, ya que los sistemas no iban a ser capaces de pagar pensiones a personas con una esperanza de vida cada vez mayor. En España, el número de pensionistas se redujo en en 8.377 personas por el maldito virus, cuando en febrero, por ejemplo, hubo un aumento de 6.810 pensionistas, ya que esta enfermedad concentra precisamente su letalidad en las células envejecidas de los pulmones.

El maldito coronavirus, un golpe a corto plazo nunca visto a la economía, ha brotado precisamente en un momento en el que el mundo encadenaba varios años de crecimiento, que va a permitir contener con algo de más medios la embestida, pues muy distinto habría sido que hubiera aparecido en 2010, tras la última tremenda crisis financiera. Y este bichito amenaza con hundir para bastante tiempo como ninguna otra industria al turismo, cuyos estandartes tienen algo de colchón para limitar el impacto.

El fomento del teletrabajo que se espera tras la contención del maldito virus, que tanto dolor está causando por la pérdida de miles de vidas, puede contribuir precisamente a contener la cacareada despoblación rural, y que en un entorno de grave crisis económica, sean más quienes opten por volver a los pueblos, con su vida más barata. Otro problema que de otra manera hubiera parecido imposible de solucionar salvo con una terrible pandemia.

El hombre más rico del mundo, y seguro que uno de los mejor informados por lo tanto, predijo en 2015 el impacto que podría tener una pandemia. No se trata de alentar sin fundamento las teorías conspiranoicas sobre Bill Gates y otras, pero no por ello puede dejar de recordarse que tanto el momento como el efecto más letal de este maldito virus coincide con la época en la que más armado estaba el mundo en términos económicos, y excluye a la mano de obra presente y del futuro

Donald Trump repite incesantemente que la economía vivía su mejores días de la historia, lo que ayudará a paliar el golpe laboral, pero la humanidad afrontaba como nunca antes un riesgo de colapso por su estilo de vida. El consumismo exacerbado no se traducía en satisfacción, y una maldita pandemia va a replantear las prioridades, posiblemente hacia un horizonte más sostenible. El peaje es durísimo, pero quizás no había otra alternativa mejor. Y el turismo se recuperará, aunque será de otra manera y con otro volumen.