Nada que no es verdad permanece. Si usted se va a Nueva York, Hollywood, Berlín, París, Pekín o cualquier otra parte del mundo y suelta el nombre de Mesón Cándido tiene muchas posibilidades de ser reconocido.
En las últimas décadas del siglo XIX la ciudad castellana de Segovia dormitaba en sus antiguas glorias con un presente francamente mejorable en todas sus extensiones. Llegó el ferrocarril en 1884 y con el “caballo de hierro” –como entonces se le denominaba– se produjo una eclosión extraordinaria floreciendo posadas, hornos, figones, casas de vino y toda aquella industria tendente a satisfacer a los llegados.
Faltaba poner en marcha los talentos y la genialidad de Cándido, una figura mítica que construyó su mesón en un lugar único. Derrochó esos talentos a caballo entre las buenas pitanzas y los gestos épicos que rápidamente fueron conocidos en gran parte del orbe civilizado.
Hoy el Mesón Cándido sigue perenne, inhiesto, y el hijo del fundador, Alberto, Mesonero Mayor de Castilla, también dio paso al nieto del prócer Cándido a su vez. Toda la familia se ha dedicado en vida y alma a construir sobre la famosa base dejada por aquel genio de la gastronomía y, sin saberlo, del márketing. Desde el mesón, justo al lado del inmortal Acueducto, a un hotel magnífico en las afueras de Segovia.
Los Libros de Oro, amasados durante los lustros y las décadas, sus firmas y sus fotografías acreditan que Cándido no sólo ha sabido mantener lo heredado, sino que, incluso, se ha superado. Sin Cándido no sería Segovia y sin Segovia probablemente tampoco existiría Cándido. Una simbiosis perfecta en un hermanamiento gastronómico único en el mundo.
No sólo es el famoso cochinillo de Cándido troceado como en épocas feudales en platos que fueron. El secreto del éxito de Cándido pasa por otros vectores. Vuelvo a escribir: nada que no sea verdad permanece y mucho menos aguanta el paso del tiempo. En el sector turístico español tenemos múltiples ejemplos que pueden acreditar lo que aquí afirmo.
Calidad, épica, trato amable, innovación/tradición. Y si se me apura, suerte. Segovia se ha vuelto a encontrar en el mapa cuando el AVE consiguió que en media hora se pueda trasladarse uno desde Madrid y también desde Valladolid. La Segovia actual, pujante en lo turístico, asienta sus reales sobre el ferrocarril, aunque también podían haber construido su estación Guiomar algo más cerca del ‘downtown’. Pero tampoco nos vamos a poner tiquismiquis por unos metros allá o acá.
El Mesón Cándido da trabajo, crea riqueza y aporta PIB a una tierra de por si bastante desolada desde el punto de vista económico. Cándido, el nieto, es una persona preparada que sabe por dónde se vehiculan los nuevos tiempos para que lo heredado permanezca y se engrandezca. Al socaire de este mesón han surgido otros muchos negocios que, con su calidad también han levantado una pica por el turismo gastronómico de aquella tierra. Pero hay líderes y líderes.
Tal es así, que desde las paredes del Mesón Cándido, con sus fotografías de jefes de Estado, reyes, mandatarios de todo tipo y color se podría escribir una historia cabal del último siglo de la España y Europa.
Un ejemplo para seguir con orgullo y con justeza.
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