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EDICIÓN ESPAÑA

LA CRÓNICA DEL FIN DE SEMANA

La planificación turística, ahogada en miles de planes

La última visión que ofrece el ministerio se califica a sí misma de rigurosa y creíble, dado que en el alud de planes nadie presta atención a su contenido
Cada administración tiene sus propias estrategias de promoción, no siempre coherentes con las nacionales

¿Qué estrategia tiene España para el futuro del turismo? ¿Y su región? ¿Y su ciudad? No se preocupe si no tiene ni idea de los planes públicos en este sentido: nadie sabe qué proyectos, qué planes, qué ideas manejan para el futuro. La casi totalidad de los agentes turísticos, de los periodistas especializados, y hasta en muchas ocasiones incluso los propios responsables de los gobiernos, desconocen qué plan exacto es el que está en vigor y qué actuaciones defiende para el futuro.

 

Turespana-planes-turismo-españaNo, no es que no haya planes. En España si algo sobran son planes. Da igual si alguna de las medidas que se proponen se pueden o no llevar a la práctica, la cuestión es tener planes y sobre todo que esos sean diferentes de los anteriores. De hecho, hace bien poco que el Gobierno central presentó su Plan Nacional para el periodo 2012, 2015 que, curiosamente, además de “Nacional” es “Integral”, que es como las consultoras califican hoy todos los planes.

 

España tiene un plan para tres años que en realidad tiene que disputarse los resultados con los otros diecisiete planes autonómicos y con la lista interminable de actuaciones de los municipios, regiones y provincias, que también tiene su propia estrategia. ¿Coordinación? No sólo hay poca, sino que en algunos casos bien conocidos la propia identidad de la región nace de la diferencia con el plan nacional, por lo que cualquier cosa que proponga Madrid será automáticamente rechazada (lo cual no obsta para que los consejeros de Turismo estampen su firma en el plan, indiferentes a  su contenido.)

 

Los planes promocionales del turismo español incluyen sobre todo una larga lista de ideas ya tópicas, que nadie sabe muy bien qué significan: por ejemplo, todos son planes integrales, todos defienden el turismo sostenible, y todos tienen escala humana. Las frases que los consultores se ven obligados a escribir van desde lo grotesco, lo redundante, a lo sensato pero irrealizable. Es la jerga que las consultoras tienen que desarrollar para intentar ofrecer algo sugerente, en un marco en el que las palabras están agotadas de tantas repeticiones. Desde siempre, por ejemplo, todos los planes hablan de reducir la estacionalización turística, pero no sólo se ha hecho bien poco sino que en muchos lugares incluso hemos avanzado en sentido contrario. Desde siempre se habla de mejorar la oferta complementaria, pero eso ya nadie se lo toma en serio, décadas después de los primeros compromisos.

 

El último plan se enmarca en un llamado “Horizonte 2020” que, sensato, recoge estas críticas muy extendidas y pretende ser diferente. Por eso ese plan marco dice que esta nueva estrategia es “participada y concertada”, “rigurosa y creíble”, “ilusionante y motivadora” y “singular e innovadora”. Que un plan se califique a sí mismo de riguroso y creíble es un síntoma de la degradación de estos vehículos de concierto estratégico. (Recordemos por ejemplo, que la estrategia establecía que España crecería entre 2008 y 2020 a un ritmo annual del 2.4 como media, cosa que en los primeros seis años del periodo parece que no se va a cumplir ni por asomo, lo que explica la credibilidad del trabajo; se contempla la continuidad del crecimiento demográfico que, como sabemos, la crisis hizo añicos y contemplaba un determinado suministro de energía eléctrica que ya ha quedado enterrado.)

 

Los planes estratégicos son un negocio importante para muchas consultoras y para otros que, sin ser tales, se aprovechan de sus contactos con los políticos que contratan estos estudios. Un conocido político convertido a consultor, presentó no hace tanto uno de los innumerables planes a una autonomía. En medio de la presentación se le deslizaron varias diapositivas que demostraban que en realidad aquello era un 'refrito' del mismo trabajo presentado anteriormente en un país latinoamericano, compartiendo el mismo discurso, las mismas palabras y la misma estructura. El incidente fue disimulado para continuar con la presentación que pocos meses después se convirtió en proyecto definitivo y cerrado, de uno de los tantos planes que nadie escucha o atiende, pero que se pagan rigurosamente.

 

Por eso, tras cuarenta años de democracia, nadie tiene hoy ni la más remota idea de qué pretendemos hacer con nuestro turismo de sol y playa, ni qué líneas de negocio pensamos explotar en el futuro. Porque simplemente hemos olvidado que los planes son para ser ejecutados, y que se tienen que consensuar entre los diferentes partidos políticos para que tengan coherencia y pervivan en el tiempo. Los problemas de estos planes son varios:

 

-      En primer lugar, se conciben por parte de los políticos en el cargo, y ya tienen de entrada el rechazo de la oposición, sin necesidad de leer lo que está allí. Igualmente, estos mismos politicos se opondrían, seguramente con idénticos argumentos a los de sus rivales, si estuvieran en la oposición.

 

-      Nadie mantiene un proyecto ajeno al suyo ni una semana. Político nuevo, a veces incluso del mismo partido, significa cambio radical de planes, lo cual resta toda credibilidad a los proyectos que están sobre la mesa. Recordemos algunos cambios en la cúpula de la organización de promoción del turismo como indicadores de estos bandazos.

 

-      Los planes no son para ejecutar, porque en general se hacen con muy poco realismo, sin tener en cuenta el día a día, la disponibilidad de recursos y la coyuntura general. Pensemos por ejemplo que ni siquiera hay coordinación de las políticas de las diversas administraciones y muchas veces ni siquiera dentro de las áreas del mismo ministerio o gobierno. Y, sobre todo, muchas de las previsiones contempladas no tienen visos de ser estudiadas o aplicadas porque los afectados no están dispuestos a escuchar a la Administración en cuestiones que les pueden suponer mucho dinero.

 

El último plan, como los anteriores, maneja los datos relevantes normalmente de gran calidad, aunque el problema aparece en las soluciones. Dice que el turismo en España supone unos ingresos de 40 mil millones de euros anuales (el dinero quenos dejan los visitantes extranjeros), con unos gastos de sólo 10 mil millones (lo que gastamos fuera, siempre muy inferior a lo que ingresamos). Y destaca que el sector ha ralentizado peligrosamente su crecimiento.

 

El plan, basado en datos del 2008, analizaba por ejemplo nuestro problema de conectividad con otros lugares del mundo. No queramos ver hoy, seis años después, qué ha ocurrido con ello, debido a que la ministra de Fomento ha aplicado unas tasas en los aeropuertos que han provocado serios problemas en este sector, pese a lo que detectaba el plan de turismo y que volverá a detectar en el futuro.

 

El plan habla de una complejidad legal en la puesta en marcha de las políticas públicas de turismo, para no decir que las autonomías han hecho de su capa un sayo y han creado un marco complejo, confuso e inviable. No es posible que España tenga que tener 17 diferentes tipologías de hoteles, porque cada región aplica una legislación diferente, con consecuencias muy serias para el mercado y la competitividad.

 

Así, hemos pasado de no tener planes a tenerlos, pero a tenerlos con tal abundancia y sin que nadie le preste la menor atención que, al final, es como si no tuviéramos plan alguno. Se hacen para inventario. De hecho, la secretaría de Turismo tiene en su web una especie de museo de los planes, del que se infiere que llevamos años repitiéndonos, sin lograr los objetivos previstos. 


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