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EDICIÓN ESPAÑA

La crónica del fin de semana

Baleares activa el impuesto que evita la vivienda turística

Este fin de semana se empieza a cobrar un impuesto creado sin un proyecto de gasto en mente, aunque las necesidades de inversión pública son mayores que nunca
Extrañamente, el debut se hace con una campaña publicitaria de pago dirigida a los residentes que no han de pagar el tributo, explicando que ahora los viajeros pagan, como si antes no lo hicieran

Todos los ciudadanos de Baleares podrán escuchar, leer o ver desde este fin de semana un caso único de publicidad: se trata del anuncio de un impuesto que no han de pagar. Esta extraña publicidad, por supuesto de pago, insertada en todos los medios, informa a los residentes en Baleares de que desde este fin de semana, los turistas que nos visitan han de pagar un impuesto por poder dormir en las Islas. Ciertamente es una cantidad pequeña que no los desanimará a venir –cualquier atentado terrorista de los que estas semanas está azotando el mundo de mayoría musulmana tiene más impacto que este nuevo tributo–. ¿Por qué un Gobierno tiene tanto interés en que quienes no pagamos este impuesto sepamos que ya está en vigor?

 

saturacion-turistasEl Govern de izquierdas de Baleares ha creado este impuesto –que tienen muchas otras regiones–, sin un destino claro. El impuesto, que representa el uno por ciento del Presupuesto de la autonomía balear, tampoco va a cambiar la historia de las Islas. Un uno por ciento no parece mucho. Y tampoco obedece a una necesidad previa, debidamente cuantificada, explicada públicamente, sino que más bien parece lo contrario: aquí lo que era necesario por parte del Govern era demostrarse a sí mismo y a su gente que era capaz de crear el impuesto y después ya encontrarán un destino para ese dinero. Toda la impresión es que el objetivo marcado era el de ver si podían plantar cara al colectivo hotelero, ante el cual la izquierda tiembla de miedo.

 

De hecho, como se ha ventilado muchas veces, el impuesto ya se había creado en 2000, en el primer gobierno de la izquierda en Baleares. Entonces, el conseller del ramo, Celestino Alomar, sí presentó una agenda ambientalista como destino del dinero que se ingresara, que fue más bien poco. Por eso se llamaba “ecotasa”, porque, aunque técnicamente no era tal, inteligentemente el conseller pretendió crear la idea de que el medio ambiente se beneficiaría de ese dinero. Pero el impuesto tuvo una vida muy corta, porque lo derogó el Partido Popular. En 2007, cuando la izquierda vuelve a gobernar, no se atreve a desempolvar nuevamente el impuesto que parece haber muerto definitivamente.

 

Ahora, en el regreso, el proyecto de impuesto renace. Pero sin agenda de gasto. Sí, se habla de mejorar el turismo, de proteger el entorno, pero también se habla de acción social, de mejorar el bienestar, etcétera. Y, por supuesto, se olvida todo lo que haga referencia a que sea una tasa ecológica. Una tasa ecológica cumple siempre una función de desincentivo de la agresión ambiental. Si usted se aloja en un hotel convencional que consume toda la energía de la red, paga el cien por ciento de la tasa. Pero si ese mismo hotel utilizara placas solares para consumir menos, entonces la tasa baja. De forma que si el impacto ambiental de esa pernoctación se redujera a cero, en teoría la tasa debería desaparecer. Pero esto es muy complicado para un Govern incapaz de gestionar nada, por lo que han desistido de ello y se han quedado con un impuesto sin función ambiental.

 

Francamente, Baleares necesita un impuesto turístico, porque nunca como ahora se necesita reconvertir en profundidad la oferta. Pero este programa de cambio no existe. No hay la menor intención de cambiar nada. No hay proyectos. No hay ambición. Ni siquiera hay conciencia de que es necesario un impulso público para cambiar el turismo en profundidad. Nadie tiene en mente que los espacios públicos de las zonas turísticas están fatal, o que es urgente renovar la oferta complementaria, en un estado de patética degradación. Nuestros políticos han olvidado que el éxito turístico de hoy se debe al fracaso profundo del turismo en las regiones de religión musulmana. E ignoran que es urgente la intervención pública para cambiar el horizonte al que nos encaminamos.

 

Todo esto es impensable en el clima de profunda mediocridad de los políticos de Baleares, sean de izquierdas o de derechas.

El colmo de la mala gestión es que este impuesto grava a las 400 mil plazas de alojamiento legal, pero no a las 100 mil que han aparecido en estos últimos años en las residencias de particulares, a las que no se les aplica el impuesto. Si usted viaja por AirBnb, no paga el tributo; si va a un hotel convencional, sí. ¿Esto tiene sentido? Vean el absurdo, estos particulares cuyas viviendas salen al mercado se convierten en premiados por unas administraciones públicas incapaces de controlarlos y de cobrarles incluso este impuesto. Pero recordemos que efectivamente, los viajeros que van a este tipo de alojamiento requieren más infraestructuras de todo tipo: más depuradoras, más desaladoras, más carreteras, más zonas de ocio, más espacios públicos, más carreteras, más aeropuerto, más aparcamientos.

 

Todo sea por unos pocos votos para quienes no se atreven a actuar.

 


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