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EDICIÓN ESPAÑA

Viaje a lo desconocido

Hoy no voy a hablarles del covid 19 ni de la situación desesperada en la que está el transporte aéreo.
Les voy a contar una historia real que pudo acabar en tragedia y terminó como una especie de sainete.

Hace años mi buen amigo Ignacio Llaneza trabajaba para Lineas Aéreas Canarias (LAC) y tenían en aquella época el Vickers Viscount, un avión turbohélice. Cuando tenían que hacer una revisión de mantenimiento grande tenía que llevarlo a Inglaterra en Southend.

Para ello la compañía  vendía este vuelo en chárter hasta el Reino Unido con parada en Jerez.
Mi buen amigo fue el encargado de mantenimiento de llevar el avión, cuyo comandante era Juan Reyes, que con el tiempo acabó en Air Europa igual que Ignacio Llaneza.

El vuelo se hizo como se había previsto y el mecánico llevaba 12 millones de las antiguas pesetas para ingresarlas en un banco en cuanto estuvieran en destino.

Ignacio, al día siguiente, se levantó y fue a coger el tren de Southend a Londres. Cuando llegó a Londres, camino de coger un taxi, vio una tienda de juguetes y cruzó la calle para comprar unos juguetes para su hijo.  En la tienda le dieron una bolsa grande donde colocaron el regalo y el introdujo en un sobre el dinero, más su pasaporte.

Cogió un taxi y se dirigía al banco para cumplir con su misión inicial. A partir del momento en que estaba en el taxi, al cabo de unos minutos, sucedió algo inesperado porque a día  de hoy es incapaz de recordar absolutamente nada, de nada.

Despertó en una sala de un  hospital rodeado de chinos que le sacaban cristales de la cara y la nariz. Estaba asustado, confundido, incapaz de saber lo que había pasado y menos entendía el hecho de verse rodeado de tantos  chinos. Cuando fue recobrando su estado de ánimo empezó a ponerse nervioso  y muy tenso porque se preguntaba qué había pasado con su bolsa del dinero y el pasaporte. Por un momento pensaban que le iba a dar un infarto.

Hasta que una enfermera que le entendía algo buscó su bolsa y se la mostró viendo el hombre que su dinero y pasaporte se hallaban mejor que él en aquellos momentos. Un enfermero portugués que entendía español le sirvió para explicarle para qué era el dinero que había que ingresar. El hombre se encargó de hacer el ingreso del dinero y la reparación se pudo hacer.

Pero él seguía confundido y seguía preguntando qué había pasado. Los médicos, no los chinos, claro, le dijeron que lo habían encontrado encima del capó de un coche con su bolsa. A los dos días, y teniendo la compañía conocimiento de lo sucedido, le sacaron un billete desde Londres, vía  Santiago de Compostela y  Tenerife. Los médicos le indicaron que su situación se debía a la deflagración de una bomba que había probablemente puesto el IRA.

Había perdido parte de los dientes, su cara estaba desfigurada y llena de cortes. Pero él no tuvo tiempo de mirarse al espejo en el hospital. Lo trasladaron en silla de ruedas al aeropuerto y del aeropuerto al avión. Cuando lo subían al avión de Iberia se dio cuenta de que conocía a la tripulación, por más que los saludó no le contestaron porque estaba irreconocible. Sólo al final uno de los pilotos ató cabos y lo reconoció. Al llegar a Tenerife, el hermano de Ignacio Llaneza subió al avión para ayudarle. El hombre cuando vio a su hermano en aquel estado quedó tan compungido que tuvo que sentarse unos momentos para asimilar lo que veía.

Lo peor fue llegar a casa y que su esposa Isa dijera! Este no es mi marido!.


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