Que los aten, por favor

Estamos ante la peor generación de políticos de la historia. No es posible dudar de esta afirmación. La gestión que están llevando de la variante Omicron resulta simplemente inverosímil. No pueden generarse más desprestigio. Apenas llevamos una semana y ya se ha demostrado que lo que están haciendo es absolutamente ridículo y absurdo. Aún están poniendo en marcha más y más restricciones y ya el virus está en la sopa, demostrando otra vez más, que no tienen ni idea de lo que hacen. 

Este miércoles, un epidemiólogo del hospital de referencia de Mallorca decía en la prensa que había una sobrereacción, que no hay indicios suficientes para tomar las medidas alarmistas que se están tomando. Pero da igual, ahí vamos todos, disparatados, alocados.

Yo ignoro si siempre los políticos fueron igual de impresentables pero nosotros no lo sabíamos porque no teníamos acceso a la información. Pero hoy, cuando podemos enterarnos de los estudios e informes de todo el mundo en tiempo real, el desprestigio de la clase política es tremendo porque llegan con un retraso de días o semanas a las conclusiones que un  ciudadanos de a pie deduce a la primera. 

Vean ejemplos: los italianos, franceses o españoles que entren en Gran Bretaña desde el martes pasado, tienen que someterse a pruebas, aislamientos y controles como si fueran fuentes de Covid. No puede salir de sus casas, pero ¿cómo se hacen las pruebas si no pueden salir?; los británicos que entren en España, ahora tendrán que sufrir nuevas restricciones, sobre todo afectando a los niños; mientras, la primera ministra escocesa dice que entre los casos de Omicron que se han visto en su región no ha habido nada destacable o preocupante; Biden, que uno pensaba que era mejor que Trump, señaló este lunes que no había que aplicar las medidas extraordinarias que la Casa Blanca dijo que probablemente introducirá este jueves o quizás el fin de semana.

Todo, absolutamente todo, disparatado. 

No quiero imaginar qué deben de estar pensando los directivos de las aerolíneas, con razón. Son las mayores víctimas de todo esta locura, de este absurdo. O’Leary lo dice, pero los demás lo deben de pensar, sin duda. Encima son las compañías aéreas las únicas sobre las que recae la obligación de ejercer los controles. Si se les cuela alguien, sanción, pero al llegar a destino, nadie –excepto en España y de aquella manera-- mira los certificados o las vacunas. 

Demencial. Es para pedir públicamente que los aten. Si quieren pueden empezar por Boris Johnson, pero, por Dios, no dejen a ningún otro suelto, salvo quizás a los escandinavos.