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EDICIÓN ESPAÑA

Muy lejos de la normalidad

España, por puro efecto imitación de lo que sucede en otras latitudes, tiene una 'cosa' que se llama Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia. Normalmente en España este organismo es el premio para algún político que ha dejado la primera línea y que el poder no quiere perder de vista. Últimamente, sin embargo, la Comisión está teniendo algunas iniciativas que pretender hacer honor a su nombre. Entre ellas, obligar a Aeropuertos Nacionales a que baje sus tasas aeroportuarias entre un 2 y un 3 por ciento en el año 2016.

 

El objetivo de Competencia, todo hay que decirlo, es un poco peregrino: ¿por qué Aena va a bajar sus tasas? ¿Con qué las hemos de comparar? Competencia se ampara en un estudio de los costes, diciendo que la empresa semipública no contabiliza correctamente. Pero el problema es más profundo: Aena es un monopolio que, como corresponde con los monopolios, no compara sus precios con nadie. La cuestión adquiere un tinte más grave porque ahora Aena es parcialmente privada, con lo que el embrollo, típico del Ministerio de Fomento, se enreda más.

 

Pues bien, la Comisión exige ahora a Aena que baje sus tarifas (tasas, las llaman, porque los entes públicos ponen tasas, aunque no sabemos si siendo una empresa semiprivada debemos seguir aplicando este nombre) y Aena se opone, aduciendo que su sistema tarifario “estaba sado en la legislación vigente, cumple la normativa y los principios establecidos por los organismos internacionales con competencia en la materia”.

 

Como ven, Aena aduce que estructura sus costes correctamente, mientras que Competencia discrepa. La verdad, da igual quien tiene la razón. Lo cierto es que cuando de verdad hay competencia (con minúsculas), las tarifas no se deciden después de establecer los gastos y las necesidades económicas, sino al revés: se ve qué se puede recaudaren ese mercado, y entonces se ajustan los gastos. Pero Aena, con su tradición de ineficiencia y su situación de monopolio aún existente, siempre ha funcionado al revés: cobra lo que necesita para mantener sus estructuras, y ahora sus compromisos de reparto de dividendos.

 

Si usted tiene una empresa normal, en un mercado normal, ¿a qué no es usted quien fija los precios, sino que si quiere competir tiene que adaptarse a ellos, ajustando sus costes tanto como sea necesario para poder adaptarse al mercado? Pues eso. Aún estamos muy lejos de la normalidad.


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