Los periodistas, culpables del coronavirus

Algunas personas piensan que los periodistas son los culpables de la histeria que está teniendo lugar en torno al coronavirus. Y yo, que soy periodista, creo que es una opinión que como mínimo tiene que ser escuchada y como, en última instancia, hasta puede ser compartida. Si no se hubiera dicho nada de lo que ha ocurrido en Wuhan, si no se hubiera hablado de todo esto, tendríamos probablemente el mismo número de muertos y de infectados, pero estaríamos más calmados. Porque, al fin y al cabo, una gripe es eso, una gripe. Ahora mismo, el ébola sigue matando gente en África, sin que nadie arme follón alguno. Y es bastante más serio que el coronavirus.

Sin embargo, todo este caos también tiene algo de ceremonia político-social. Aquí, cuando aparece una epidemia, es cuando “las autoridades” pretenden demostrar que son “autoridades”, que tienen razón de ser, que controlan algo, que saben de lo que hablan. Y por eso, estas autoridades, sea en la China, en Estados Unidos o en Madrid, intentan desesperadamente aparecer en los medios de comunicación presentándose a sí mismos como que controlan lo que está ocurriendo. Esos que nos dicen que “hemos de mantener la calma” o que “hay que tomar precauciones” están improvisando, desconocedores absolutos de lo que tienen delante. Por eso unos aíslan una ciudad, otros piden que no se cierren fronteras, otros clausuran un hotel, otros hacen lo contrario, mientras que el virus se pasea por el mundo tranquilamente. Me habría encantado entender qué decía el vice ministro de Salud de Irán en la rueda de prensa que pretendía tranquilizar a la población, inmediatamente anterior a que diagnosticaran que él mismo tenía el virus.

Y nosotros, los ciudadanos –y también los periodistas—compramos lo que nos venden. Cuando se cierra una ciudad, aceptamos que aquello puede ser necesario, creemos que la decisión se ha adoptado a partir del conocimiento de lo que estaba ocurriendo. Miren Italia: el virus se propaga todo contento y ellos tienen varias ciudades cerradas a cal y canto. Sólo se permite el paso de comida y probablemente de virus.

Este domingo, un excelente periodista publicaba un dato fundamental para entender la histeria: ¿saben ustedes qué hacen los hospitales con los pacientes a los que se les ha diagnosticado el Covid 19? Literalmente, nada. Se les da de comer, se les ayuda con la respiración, se les proporciona una cama, pero no se les hace tratamiento alguno simplemente porque no existe tratamiento.

Eso, no obstante, ha ocurrido mientras los pacientes son ingresados en los hospitales, como si hubiera algo dentro. Bastaría con encerrar a estos pacientes en sus casas. Pero aquí, en nuestra sociedad mediática, hay una gran parte de rituales, de puestas en escena, de representación de los papeles, en donde los medios de comunicación, los médicos, los políticos, la Organización Mundial de la Salud, los periodistas, son necesarios.

Sí, nosotros somos culpables, probablemente, ¿pero cabría la posibilidad de que no hubiera culpables de difundir estas noticias, cuando las autoridades, el sistema, el modelo exige que sea así?

Déjenme que les diga que desde el punto de vista de la salud de la gente no vamos a sufrir más que lo que suponen muchas otras enfermedades conocidas, pero el pánico, las medidas innecesarias, las precauciones que pretenden demostrar que hay alguien al mando, harán mucho más daño que el propio virus. No deja de ser una experiencia interesante comprobar qué desnudos estamos ante algo tan históricamente conocido como una gripe. No deja de ser paradójico: nos creemos que somos capaces de mucho más de lo que realmente podemos.