La marca en riesgo

España parece estar salvando este verano turístico con cierta normalidad. Sus ventas en los mercados internacionales han ido globalmente bien, aunque con el gran 'pinchazo', no por previsible menos grave, del mercado español. Sin embargo, corremos riesgos bastante más serios para el futuro inmediato.

El producto turístico se basa en una marca, en este caso España, que se compone, se nutre, recoge elementos a partir de una amplia gama de factores que afectan la psicología del comprador. Allí influye la moda, el estilo, la historia, la arquitectura o la música. Pero también influye la situación económica, la crisis, las noticias negativas. España fue un éxito comercial, de marca, mientras fue ejemplo de una transición democrática desde una dictadura a un régimen constitucional; mientras demostraba que sabía hacer las cosas. En sentido inverso, como estamos viendo hoy en Grecia, un país desmoralizado, afectado por las deudas, con una crisis interior, pierde su interés, deja de tener el mismo encanto.

Nuestro producto turístico se enfrenta hoy a un futuro con ciertos riesgos precisamente porque todo lo que rodea nuestra marca no está pasando su mejor momento.

Pero la guinda, el punto más dramático que podríamos vivir sería una extensión de las protestas sociales, de las que hemos vivido algunos episodios aislados. No es necesario que se llegue a una situación insoportable para que nuestro turismo sufra las consecuencias: basta con unas pocas protestas que generen imágenes televisivas desagradables, sería suficiente con un lamentable incidente para que trasmitamos al mundo la sensación de que aquí no se puede estar. Nada más tímido que un turista: no va a implicarse en los problemas del país al que visita, sino que sólo tiene interés en descansar y como mucho en observar, pero no quiere riesgos y casi ni siquiera quiere problemas.

Un invierno con tensión social elevada podría ser un factor terrible para el turismo español, uno de los pocos productos que aún pueden competir en el mundo.