Imposible viajar sin ser agredido

Acabo de terminar un breve viaje rápido por varios países de Europa que terminó bien simplemente porque yo me propuse aceptar todos los berridos y malos tratos recibidos en mi condición de culpable. Francamente, los aeropuertos son hoy un infierno.

En España, tras poner las cosas en la cinta de seguridad, una chica se puso a gritarme que me moviera. Sacar los artículos electrónicos, el neceser, el cinturón, la bufanda, para ponerlos en una bandeja aparte, y encima estar avanzando, a mí se me hace difícil. Los gritos volvieron a repetirse cuando me recordaron que se me había olvidado quitarme las botas.

En cambio, horas después, al embarcar en Frankfurt, la señora encargada de la cinta casi me da un mordisco porque osé tocar una bandeja antes de que la anterior pasajera acabara con la inspección: paró, se me acercó y no sé qué me dijo, pero para mi tuvo que haber sido una blasfemia, recordándome que me alejara hasta que ella me invitara a acercarme. Tras el incidente, cuando sumiso quise empezar a sacarme las botas, de nuevo se puso a berrear, indicándome que no era necesario. "¿O es que no lo sabía?", daba la impresión que quería decirme.

En un vuelo, al embarcar me advirtieron que exigían la mascarilla que yo no tenía. Compré una en el mismo aeropuerto por 5,50 euros, la cual ahora está en un lugar destacado del salón, como corresponde a tal inversión. Pero ningún pasajero la llevaba. Sólo los tripulantes. Aunque en un momento dado salió el piloto y estuvo estirando las piernas un rato, también sin mascarilla, de lo que deduzco que la exigencia sólo se aplica al personal de cabina, porque en España el Covid es muy clasista.

Con los pasaportes, lo de España es muy raro: hay dos colas, una pone para europeos y la otra para "todos los pasaportes". Pero tres sujetos de Aena se pusieron a gritar a los pasajeros que hicieran las colas en los lugares invertidos, como si los carteles no se pudieran cambiar. Gritos en inglés, como si en España no tuviéramos lengua propia.

No les cuento cómo los ayudantes de rampa nos indicaron por dónde estaba la puerta para acceder al aeropuerto, debido a que la jardinera no pudo aparcar delante. Aunque peor fue en Alemania, donde hay que caminar doscientos metros por la nieve a menos algún grado, porque el aeropuerto no dispone de transporte.

Yo estaría dispuesto a aprender la lección, pero simplemente no sé cuál.