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EDICIÓN ESPAÑA

Opinión

Ibiza, laboratorio

La pequeña isla de Ibiza está siendo una especie de laboratorio experimental de las consecuencias extremas que puede tener la falta absoluta de regulación de los apartamentos residenciales alquilados masivamente a los turistas a través de las incontables páginas web dedicadas a este negocio.

 

Ibiza, como todo el mundo sabe, es un destino de primer orden en el Turismo, de apenas unos cien mil habitantes en total. Para hacernos una idea del atractivo turístico y de lo que los viajeros están dispuestos a pagar, hemos de recordar que el hotel Ushuaïa cobra una habitación en verano por encima de los mil euros diarios por persona. O sea que imaginen ustedes el precio de un alquiler para turistas, con alta rotación y, sobre todo, con cero plantilla.

 

El fenómeno ya venía introduciéndose en años anteriores, pero esta temporada se ha desmadrado. Todo el mundo lo alquila todo. No sé si es verdad, pero se ha publicado que se alquilaba un balcón por 500 euros mensuales, con derecho a acceder al baño (una suerte para los peatones). Incluso aunque no sea cierto, el dato es suficientemente verosímil como para que circule y, por lo tanto, nos apunta a la magnitud del problema que se vive en la Pitiusa mayor.

 

En Ibiza, como ustedes se imaginan, además de turistas, viven trabajadores que atienden a los turistas, o profesores que dan clases, o conductores que transportan a los viajeros, o técnicos que arreglan los teléfonos, o policías que vigilan la seguridad. Debo decir “vivían” porque hoy no pueden pagarse los alquileres. Teniendo en cuenta que muchos alquileres no se han podido modificar porque están en vigor, los estudios de precios revelan subidas del 20 por ciento del año pasado a este. Se han publicado noticias que indican que hay trabajadores viviendo en tiendas de campaña en el monte o de gente que ha renunciado a su plaza de profesor porque no podía pagar el alquiler.

 

¿Van viendo qué estamos aprendiendo del experimento? No se preocupen que, más allá de dos o tres ruedas de prensa, nadie está haciendo nada para arreglar el enorme desaguisado. Aquí lo único que importa es cómo dar la apariencia de que estamos haciendo algo, pero en realidad nada cambiará porque no existe ni la menor idea de qué hacer. Lo cual en parte se puede entender. Pero lo malo para mí es que para nuestros políticos, el gran problema es que hace mucho calor.

 

Atención a quienes aún no han visto el efecto de esta permisividad, porque les llegará. Y no creo que ocurra lo de Berlín, donde legislaron y acabaron con esta situación. Al tiempo.


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