Hay que revisar los viajes del Imserso

Las quejas de las agencias de viajes respecto a las comisiones que perciben por la venta de viajes del Imserso nos alertan de que este programa de viajes debe ser reestudiado. Cierto que no todo lo que aducen las agencias es defendible, pero sí es verdad que, grosso modo, el modelo de comercialización de los viajes del Imserso, incluso su concepción y su modo de operaciones, merecen una reflexión a varios niveles, para corregir problemas y fallos de origen o aparecidos con los años.

Dejemos al margen el debate de si un país en el que muchos jóvenes tienen que emigrar porque no hay trabajo, donde las pensiones están en riesgo, ha de financiar las vacaciones de los mayores, claramente con una finalidad electoralista. Entremos, pues, en cómo opera el modelo.

El estado tiene dos formas de ayuda a los viajeros: en primer lugar, como hace actualmente, convocar concursos para ofrecer viajes específicos, creados para el Imserso, en los que los viajeros casi ocupan hoteles en exclusiva, y están en buena medida segregados del resto.

Hay establecimientos en los que, debido a los precios baratos que se aplican, el régimen de comidas de los clientes del Imserso difiere de los del resto de clientes. En segundo lugar, el estado podría haber optado por subvencionar los viajes en general, con una cantidad máxima por viajero, equivalente a lo que aporta en la actualidad, tal vez incluso exigiendo al mayorista que reduzca su precio nominal en alguna proporción.

Personalmente, pienso que sería mucho más justo, equitativo, racional y simple subvencionar viajes en general, que no el modelo actual, en el que el viajero tiene grandes limitaciones de movimiento, ha de ceñirse a unas fechas y medios, y comprar de una forma determinada. Subvencionando viajes en general, nominalmente a quienes reúnan ciertas exigencias, sería más horizontal, daría más libertad a los clientes, y se repartiría más equitativamente entre todos los agentes del sector, también los agentes de viajes.

Uno aceptaría que hecho un estudio se conviniera en mantener el modelo actual, pero el problema en España es que veinticinco años después nadie se ha parado a pensar que el modelo está desfasado. De una reflexión serena podrían salir mejoras. De una consulta con los implicados, seguro que saldrían mejores ideas.