Ecologistas a la deriva

Soy de los que piensan que el movimiento ecologista es absolutamente necesario para que nuestra sociedad conserve alguna conciencia de que el crecimiento económico en muchas ocasiones se produce a costa del medio ambiente, del entorno, del planeta. Esto es especialmente necesario en el turismo, donde no es fácil encontrar un punto de equilibrio entre el atractivo de la naturaleza y su explotación económica.

Sin embargo, hay ocasiones en las que se les va la mano, pierden el norte y simplemente desbarran. Estos días tenemos un ejemplo: el Gobierno es titular de todos los faros de las costas españolas. Por razones obvias, estas torres se encuentran en lugares de gran belleza, singulares, desde los que se divisan muchos kilómetros de litoral. La tecnología ha hecho que hoy estos faros ya no sean necesarios y que se puedan retirar del servicio que han venido prestando. Ante esto, el Gobierno, a mi juicio con buen criterio, ha pensado en convertir esos faros en hoteles. Se trata de restaurarlos, arreglarlos y comercializar los para que tengan vida y para que puedan ser visitados.

Pues bien: en varios lugares de nuestro litoral ya han aparecido movimientos ecologistas en contra de esta iniciativa, denunciando la privatización del patrimonio público. La verdad es que esto es gastar energías en contra del patrimonio: ¿de verdad creen que es posible mantener esos faros en condiciones si quedan abandonados, si nadie se encarga de ellos, si los dejamos vallados para que no entre nadie? En algunas protestas los ecologistas aducen que hasta ahora esos faros eran de todos y que, desde que se privaticen, pasarán a ser de algunos potentados. Hombre, en los papeles quizás sí, pero en la realidad será precisamente al revés: hasta ahora por muy públicos que fueran, nadie podía visitar los faros, mientras que si se convierten en hoteles, serán visitables. Más bien es lo contrario de lo que denuncian.

Yo creo que los ecologistas, en algunos casos como estos, deberían salir un poco por el mundo y comprender que el patrimonio se puede preservar cuando se puede financiar, cuando hay interés para cuidarlo. En toda Europa lo que está mejor cuidado es porque cuenta con interesados en mantenerlo. Eso exige buscar un interés de algún tipo para esas fincas o instalaciones. Y eso es lo que con buen criterio propone el Gobierno.