Brexit: otro año de angustia

Aún no se han reunido los negociadores del acuerdo definitivo que determinará cómo serán las relaciones entre Europa y Gran Bretaña, y ya está la prensa especializada llena de declaraciones altisonantes, por las dos partes, poniendo presión sobre la otra parte. “No cederemos”, vienen a decir los dos bandos.

Lo que se juega es muy importante. Simplificado, los británicos se juegan un futuro competitivo; los europeos, en cambio, se juegan que otros países intenten imitarlos y se larguen. De forma que la negociación será muy dura y será dura hasta el 31 de diciembre de este año, cuando acaba el plazo que, con razón, han impuesto los británicos. Porque ellos necesitan acabar con esta situación inacabable que a Europa ya le iría bien si continuara indefinidamente.

La cuestión que nos atañe es que esto será tremendo, de nuevo, para el transporte y el turismo. Porque el acuerdo deberá ser uno, entero. Si no se firma, pongamos por el tema de la pesca, que promete ser delicado, no se firma nada. Y eso es grave para la aviación y también para el turismo.

Yo pienso que, por supuesto, esto es parte de la ceremonia: quien vaya a la mesa diciendo “habrá acuerdo”, está demostrando una debilidad que no es recomendable. Lo normal es que haya mucha tensión, como ya pasó en las negociaciones del acuerdo transitorio. 

Pero eso va a generar un río de noticias en la prensa, un alud de anuncios inverosímiles, que pueden dañar nuestra industria. ¡Claro que habrá amenazas contra Iberia y contra British Airways! Sin embargo, yo estoy convencido de que lo que está en juego es tan gordo, para unos y para otros –recordemos que hablamos de Gran Bretaña, no de Grecia–, que al final habrá acuerdo. Pero sólo en el último minuto, el último día, a la última hora. Porque si ese acuerdo fuera antes, es que alguien no ha agotado la presión.

Vienen once meses insoportables.