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EDICIÓN ESPAÑA

Acoso y derribo

No sé si a ustedes les ha pasado, pero yo estoy empezando a sentir que alquilar un coche para unas vacaciones –o para cualquier otro fin– empieza a parecerse a contratar una línea de teléfono móvil con una de las operadoras al uso. Es imposible saber qué te van a cobrar y por qué concepto, por más que uno se empeñe y tenga las ideas claras.

 

Acabo de alquilar un coche con una de las grandes, mediante una agencia de viajes líder. Esto significa que yo pagué con la agencia intermediaria tanto el coche como el seguro que cubre la franquicia. Al llegar al rent a car, tras un saludo cortés y la presentación del voucher que yo creía que iba a suponer la entrega inmediata del coche, sin más historias, empieza el acoso. “Está usted de suerte, porque hoy le podemos dar un coche de más categoría que el que usted ha contratado”. “Ah, qué bien!”, pensé creyéndose que se trataba de una de esas raras ocasiones en las que se agota el modelo de coche alquilado y te ofrecen uno de más nivel. “Aquí tiene el precio: un Volvo que normalmente valdría 130 euros al día, se lo dejamos por 30”. “Ah, no, yo no necesito un Volvo. Me va bien el coche que he reservado”. “Pero también tenemos un Focus familiar...” “No, verá, me va bien el coche que tengo reservado”.

 

Entonces empieza la segunda fase del ataque, mucho más dura, donde cada golpe está estudiado para tumbarte. “Usted tiene un seguro pagado”. “Así es”. “Pero ese seguro no le cubre todo”. “¿No?” “Nosotros le podemos ofrecer un seguro adicional..:” “No, verá, me va bien el seguro que tengo”. “No, usted corre un riesgo importante”. “No, yo conduzco y si me pasara algo, ya le pagaré los daños” (mi seguro me había prometido que se haría cargo de todos los gastos hasta el límite de la franquicia e, incluso, me había dicho que el alquilador del coche me diría que corro peligro). “Pero...” “Mire, es que no tengo autorización de los demás miembros de la expedición para hacer cambios”. “Pero es que convendría que se viera con ellos y que hablara...” “Uy”, puse mirada amenazadora, de persona que empieza a estar harto, sin demasiado éxito. Sólo funcionó repetir incesantemente “no”, con cuidado de que mi rival no cambiara la pregunta para el “no” fuera una aceptación, imposible de retroceder.

 

Normalmente, en estas situaciones, tras esperar en una cola, con las maletas en un rincón con riesgo de robo, uno está estresado, agotado, cansado y suele tener urgencia por ir al baño, de forma que la tentación es la de no discutir y aceptar. Pero yo iba preparado para el combate, como quien llama a Movistar o a Vodafone, y resistí ferozmente, aunque acorralado. O sea que finalmente salí de allí con el coche que quería y sin haber firmado nada que pudiera permitir una sospecha.

 

Al devolver el coche, una semana después, me quedé en el parking esperando a que el agente me certificara que no había nada especial. Pero una semana después me aparece en la tarjeta un cargo por un concepto desconocido, que me obligará a iniciar una aventura postal sabe Dios con quién, sabe Dios dónde, para intentar aclarar por qué he sido robado por estas compañías que cada día se parecen más a las telefónicas. Lamentable.

 


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    Javier
    8 años

    Pasa con todas. Hace años alquilé un coche con AVIS en Italia. Pagué con tarjeta. Al cabo de un mes me descontaron 100 euros de mi tarjeta por una infracción de tráfico cometida 2 días después de haber devuelto yo el coche. ¡ Tardaron meses en aceptar su error ! ... Pero ... ¿ Y a efectos de la Policía italiana ? ... ¿ sigo yo en su lista como infractor ?.

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