A costa de las aerolíneas

Han pasado ya unos días desde el lamentable episodio del aeropuerto de Palma de Mallorca, donde unos inmigrantes ilegales se escaparon de un avión con una serie de trucos, accediendo ilegalmente al país. 

Como parecía prudente, las autoridades, apenas tuvieron noticia de lo que estaba ocurriendo, cerraron el aeropuerto. Sin embargo, cometieron un 'pequeño' error: lo cerraron para los pasajeros normales, que no suponen peligro alguno y que están dispuestos a cumplir con lo que les pidan, y, en cambio, dejaron las puertas de la calle abiertas, de manera que los ilegales se fugaron y se dispersaron por la isla.

Da igual lo que pasó: hemos de acostumbrarnos a no tener nadie al frente de las instituciones. 

Sin embargo, pasados unos días, yo quería reflexionar sobre los tremendos costes en los que han incurrido las compañías aéreas y de los que nadie se hace responsable.

Las aerolíneas se vieron obligadas a desviar hasta trece aviones que terminaron a media noche en aeropuertos diferentes a Mallorca, alguno de los cuales cerraban a las doce. Lógicamente, siguiendo las normas internacionales, si esos pasajeros tuvieron que pernoctar, el coste lo ha de pagar la compañía. Los traslados y, si acaso, una cena, también. Toda la agenda de la aerolínea se vio alterada, con efectos en cadena.

En muchos aeropuertos de España y de Europa, incontables pasajeros esperaban aviones que debían de partir de Mallorca y no podían hacerlo por el cierre del aeropuerto isleño. Esta circunstancia, ajena a la voluntad de la aerolínea, no la exime de pagar los costes de esa suspensión del vuelo, sea hotel, sea cena, llamadas o cualquier otra eventualidad. Lo único de lo que se libran es de tener que indemnizar a los viajeros, pero no de los gastos generales.

Incluso, aunque menos importante, todas las plantillas tuvieron que sumar largas horas de trabajo que, lógicamente, han pasado a la compañía para que las pague, sin que la aerolínea sea culpable de los hechos.

El colmo del despropósito es que todos estos costes, de los que nadie se hace cargo, se hubieran podido evitar con una gestión mínimamente competente. No era necesario cerrar el aeropuerto más de una hora, por supuesto. Pero cuando una autoridad es impotente ante quienes se burlan de ella, se venga con los más débiles, las aerolíneas y los pasajeros normales, a los que paraliza los vuelos para que se crean que están haciendo algo.

No hace falta ser un defensor de las aerolíneas para comprender que tendría que existir un mecanismo que las indemnizara ante una situación así, resultado de la incompetencia del gestor del sistema aeroportuario español. Mientras eso no ocurra, cómo no, estos costes terminarán reflejándose en el precio de nuestros billetes aéreos.