El Gobierno de Baleares ha decidido crear unas pocas líneas de autobús que conecten el aeropuerto con las diversas zonas turísticas. Es algo obvio, elemental, que sucede en cualquier país del mundo que sea serio. Pero en España los taxistas piensan que son los dueños de la calle y por tanto no se puede autorizar un servicio de transporte público allí donde ellos tienen montado su negocio.
Lógicamente, tienen su derecho a protestar –no descartemos que el Gobierno se eché atrás, porque al fin y al cabo el dilema está entre dar un servicio civilizado a los turistas que no votan aquí o proteger a los taxistas que sí están empadronados aquí–, pero este fin de semana, uno de ellos, entrevistado en un periódico rizó el rizo del ridículo al hacer una interpretación absolutamente pintoresca de esta decisión pública.
El portavoz de los taxistas explicó que la razón por la que el Gobierno aprobaba estas líneas de bus era la de complacer a los hoteleros, para compensarles por el impuesto sobre los alojamientos turísticos, que se implantó en 2016. Así, viene a decir el taxista, los hoteleros están contentos y los fastidiados son los taxistas.
!Qué tendrá que ver!
a ver...
¿Cuándo se dejará llamar esa gentuza como si fuera algo beneficio para la sociedad? Los taxistas, en la forma que presentan hoy, más parecen a una mafia o un cartel de transportistas que a una empresa de servicio.