¿Por qué Nueva York no viaja a Tenerife?

Canarias está opositando a lograr un puesto de pedestal en el título de “ridículo del año”. Lo hace sacando a concurso un vuelo entre Tenerife y Nueva York, para saciar ese anhelo irrefrenable de los habitantes de la Gran Manzana en visitar Granadilla y zonas vecinas. Las compañías aéreas parece que están ocupadas en transportar pasajeros allí donde hay demanda y, por lo que se ve, no se ha tomado en serio la iniciativa, por lo que nadie se ha presentado al concurso convocado para financiar las pérdidas con el dinero de todos. Ni con dinero público aparece el interés por esta oportunidad.

El ridículo es espantoso porque ¿cómo podemos imaginar que hay turistas neoyorkinos ansiosos de volar a Tenerife, cuando apenas Madrid tiene vuelos procedentes de esa ciudad? Ya Vitoria tuvo una iniciativa similar que acabó, como esta, en tierra de nadie.

El ridículo es un poco peor cuando muchos grancanarios aducen que en realidad los neoyorkinos sí quieren volar a Canarias, pero no a Tenerife como pretendía el concurso, sino a la otra provincia. O sea, paletismo al por mayor. ¿Pero es que hay alguien en el mundo que piense que los americanos están preocupados por la rivalidad entre las dos provincias canarias?

Un neoyorkino, como cualquier otra persona del mundo, organiza un viaje por cuatro motivos centrales: primero, viaje de vacaciones de ocio y relax, para lo que normalmente escoge un destino que se encuentre a una distancia aceptable y que no suponga algo agotador (descartada toda España, dado que existe una cosa llamada Caribe que está a un paso); segundo, viajes culturales, en el que se suelen incluir lugares de interés e históricos de Europa tales como París, Londres, Roma y, la mayor parte de las veces, alguna ciudad importante española entre las que no se encuentran las islas; tercero, un viaje de negocios, que no tiene más límite que la expectativa comercial y, finalmente, un viaje familiar, para lo cual no parece que Tenerife figure entre los enclaves en los que viven los antepasados de una cantidad importante de neoyorkinos; vamos, que Tenerife no es Irlanda.

Pues, bien. Siendo las cosas tan simples, ¿qué hace que nuestros políticos sueñen tontamente con que los americanos tienen escondida una inquietud por conocer alguno de nuestros lugares más perdidos del país? Interesante situación que nos lleva a tirar dinero industrialmente, sin que nos preguntemos si son ellos o nosotros los que nos equivocamos.