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EDICIÓN ESPAÑA

Los hoteleros llaman al levantamiento

El turismo en Canarias está en guerra. Pero no en guerra por captar nuevos mercados, por llegar a nuevos clientes, por ofrecer nuevos productos. En este país nos consumimos en guerras contra nosotros mismos; nuestro mejor enemigo es el más cercano. El turismo de Gran Canaria está en guerra con el de Tenerife y al revés. Y todo como reedición del tradicional enfrentamiento entre las dos provincias canarias.

 

Este fin de semana, Fernando Fraile, el presidente de la Federación de Empresarios de Hostelería y Turismo de Gran Canaria, decía en la prensa que “el Gobierno de Canarias ha convencido a la mayoría parlamentaria para hacer lo que interesa a Tenerife y lo que le interesa a Tenerife es parar el desarrollo turístico para que las otras islas no crezcan proque ellos tienen su modelo turístico concluido. Si Gran Canaria crece y amplía su oferta le hace competencia, eso es muy evidente.”

 

Para el empresario hotelero, “la Ley de Renovación y Modernización Turística no ha tenido en cuenta a Gran Canaria”. Y añade que esta norma está hecha a medida de Tenerife. “Lo que le interesa a Tenerife es que la moratoria paralice proyectos de los demás y no les preocupa la nueva ley turística porque su modelo hotelero está desarrollado.”

 

¿Qué solución tiene este conflicto? Para el hotelero, “que Gran Canaria se eche a la calle. Gran Canaria tiene que levantarse contra esta ley porque está hipotecando el desarrollo de su principal industria durante los próximos veinte años”.

 

Me quedo sin palabras: ¿es posible que un sistema democrático no sea capaz de resolver la disparidad de opiniones sino acusando a los otros de extrañas conspiraciones? ¿Es posible que un Parlamento y un Gobierno no adopten medidas que puedan generar tensiones de este nivel? ¿Pero es posible que un empresario nos llame al levantamiento, como si estuviéramos en la Rusia zarista? ¿Pero este es el sistema democrático que nos permite canalizar la discrepancia a través de cauces institucionales?

 

Da igual quien tenga la razón: alimentar la idea de que detrás de una medida, esté bien o esté mal, pueda haber otras razones tribales que las justifiquen es un error que sólo provoca la adhesión de los propios, el rechazo de los ajenos y la ruptura del diálogo. El conflicto canario es, en pequeño, el conflicto español. El absurdo llevado a la vida normal. La estupidez donde debería haber inteligencia; el levantamiento donde debería haber diálogo.


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