El turismo según nuestros políticos

Ver el listado de ayudas que dan las autonomías para el turismo es confirmar un espíritu autonómico aldeano que nos domina y que raya en el patetismo. Sólo Madrid da ayudas a viajeros que puedan no ser residentes en la región; pero nadie, absolutamente nadie promueve el turismo a secas, incluso para los no votantes. Se promueve la visita de los del lugar al lugar. Mirándose el ombligo o, específicamente, las urnas. Ni un euro se escapa al posible rendimiento electoral.

Todo está diseñado con la perversa y delirante mentalidad de funcionario: una autonomía financia hasta 12 euros si el viajero va a un hostal; hasta 30 si es un hotel de cuatro o cinco estrellas, como si a alguien le importaran las estrellas a día de hoy. ¿Pero es que nadie sabe calcular simplemente un porcentaje sobre la factura total?

Otras autonomías exigen apuntarse en una lista, con la consiguiente necesidad de documentos, pruebas fehacientes y burocracia que convierte el viaje en un imposible. Se mezclan los bonos con las tarjetas de prepago; unas las entregan directamente, otros quieren que vayamos al banco a buscarlas.

Evidentemente, los asesores electorales han visto la oportunidad y ahí los tienen a todos buscando voto a voto cómo hacerlo. Hay que ir por la agencia de viajes local, hay que alojarse en un hotel local, en algún caso el vino de las comidas no está incluido, ni siquiera si está hecho en las bodegas de la región.

El Covid ha enseñado a nuestros políticos a ser como les gusta: regularlo todo, decirnos cómo hemos de viajar, publicar decretos y más decretos con disposiciones y más disposiciones; fijar que las ayudas se pedirán desde las 12.00 del martes x del mes x; que se facturará por separado el servicio de bar, pero no el bar que vaya incorporado a las comidas… Y así hasta el paroxismo.

Al final, ya me dirán: se trata de todo este rollo para ir al pueblo de al lado, porque al fin y al cabo ¿qué podemos encontrar en nuestra propia autonomía que no conozcamos?