El drama de Nicaragua

Lo que está ocurriendo en Nicaragua es absolutamente triste: un gobierno que tiene el rechazo popular, está intentando sostener a cualquier precio su situación, con el resultado de destruir la economía, especialmente el turismo. La violencia sólo podía causar la espantada de los visitantes, tan sensibles a la inestabilidad y la inseguridad.

Los datos que llegan del país centroamericano son desoladores: el ochenta por ciento de los hoteles han cerrado sus puertas ante la ausencia de clientes; una cantidad importante de restaurantes ha hecho lo propio, aunque el porcentaje no es tan elevado dada su mayor dependencia de los ciudadanos locales; unos setenta mil trabajadores se han quedado sin empleo, debido a esta situación completamente insostenible. Si esto es lo que ocurre en el turismo, imaginemos cómo va el resto del país, igualmente sumido en la tensión y violencia.

La presidenta de la Cámara del Turismo declaraba con desazón que esta situación ha destruido en pocos días lo que ha llevado años construir: un viajero es captado con gran dificultad, se le acostumbra a un determinado producto, destino, actividad con esfuerzos incontables, y cuando parece que ya se dispone de una base, la conducta irreflexiva de quienes únicamente tienen apego al poder, acaba con todo.

La situación de Nicaragua, lamentablemente, es propia de los gobernantes que, tanto a la derecha como a la izquierda, no dudan en mantenerse en el poder pese a todo, empleando la fuerza, desatando la violencia, aplastando al más débil. Tal vez lo único diferente en el caso nicaragüense sean los silencios que la crisis en ese país genera en quienes en otras circunstancias estarían desagañitándose por las calles, incapaces de ver sufrir a un pueblo. Pero ahora no ven nada, están ocupados con otras cuestiones.

Sea como fuere, esperemos una normalización rápida de la situación, porque el drama son esos setenta mil empleados que tardarán un tiempo en volver a hacer vida normal.