Los medios de comunicación –Preferente entre ellos, lógicamente– son hoy una sucesión de noticias que parecen pensadas para darnos ánimos: que una cadena dice que está totalmente preparada; otra que espera a los turistas con los brazos abiertos; los consejeros de turismo, igualmente, anuncian que estamos abiertos; los ministros, de la misma manera, nos prometen que estamos listos; las compañías aéreas tienen sus aviones con los motores al ralentí, listos para despegar. Hasta la Comisión Europea dijo ayer que espera que los americanos nos inunden este verano. Cualquiera que lea esto se quedará convencido de que este sí será el año de la normalización.
Y probablemente sea muchísimo mejor que el año pasado, pero no será normal. Y en muchos momentos, no tendrá turismo. Porque los países que sí han vacunado a su población no quieren correr riesgos enviando a sus turistas a países en los que las garantías no son absolutas. Llegar a tener muy pocos casos es muy complicado, lleva muchos sacrificios, como para estropearlo por unos días de vacaciones. Todo el mundo mira a Australia o Nueva Zelanda, que no tienen el virus a cambio de cerrar sus fronteras y tiene la tentación de impedir los viajes como hacen allí. Porque más vale un país sin casos, aislado, pero vivo, que un país abierto, pero encerrado en casa por la epidemia.
Europa vive hoy un surrealismo: nos queremos persuadir de que esta vez sí, esta vez tendremos turismo. Yo creo que habrá viajeros, pero que será bastante menos de lo que soñamos. Baste ver cómo incluso con la mitad de la población vacunada, hay riesgos –el caso de Chile es un ejemplo. Cada día parece más claro que las vacunas son efectivas sobre las variantes del virus, pero nadie quiere arriesgar demasiado, sabedores del precio político que tiene perder esta batalla.
En todo caso, es interesante desde el punto de vista de la psicología social el alud de mensajes optimistas que nos conducen a pensar que la epidemia ha pasado, cuando aún probablemente nos queden un poco de tiempo más.
No habrá un buen verano si se quiere controlar el virus,dejemos ya de engañar a la población,solo están creando unas expectativas que difícilmente se van a cumplir,vayamos piano piano y el 2022 será el año de la normalidad
Digamos, que queremos que vaya bien, osea un deseo, la realidad ya severá, pero pintar pinta como pinta. Vamos, que nadie sabe lo que va a pasar