Medicina del XIX para un virus del XXI

El gobierno italiano, como muchos otros en el mundo, ha dado orden a todos los médicos de cabecera del país para que, apenas un paciente diga tener síntomas similares a los del ‘coronavirus’ chino, lo registren y lo notifiquen al ministerio de Sanidad, siguiendo los procedimientos habituales. Dos semanas después, el Gobierno podrá saber cómo está la situación y, por supuesto, ya no podrá tomar medidas porque será tarde.

Algo así había ordenado el Gobierno de Estados Unidos a sus médicos con motivo de la última fiebre de este tipo que se registró en el mundo, que partía de Hong Kong y había tenido un caso en Toronto. Se ordenó a todos los médicos que informaran a las correspondientes autoridades. En una semana, como pronto, estaría disponible la información.

La dirección de Google entonces se dirigió a la Sanidad americana y les ofreció saber en tiempo real qué datos había sobre esta enfermedad. Google era capaz de hacer un mapa con el número de personas que consultan la red para saber si padecen los síntomas de una determinada dolencia. Como existe un porcentaje de hipocondríacos ya fijado, que por ‘big data’ es plenamente conocido, establecer los puntos de riesgo es posible en tiempo real. Así, Estados Unidos pudo controlar la última epidemia sin problemas.

Italia, y supongo que muchas otras autoridades mundiales, están aún unos cincuenta años atrasadas: preguntan a los médicos para que informen cuando el paciente ya tiene síntomas que se atreve a contar a un galeno, tras este rellenar el impreso de infecciones, y después de hacerlo llegar por los cauces establecidos.

Literalmente, métodos de seguimiento del siglo XIX para una enfermedad que circula en avión, o sea a 900 kilómetros por hora, propio del siglo XXI.