La policía vigila al turismo

Día sí, día también, nuestras autoridades anuncian que “refuerzan”, “amplían” o “intensifican” el “dispositivo” o la “operación” de caza al turista que incumpla las normas. Se ha hablado de que operarán drones, que se coordinarán los esfuerzos de policía nacional, guardia civil y policía local en una acción sin precedentes. No he tenido ocasión de leer si los inspectores de Hacienda también saldrán a buscar a los turistas incumplidores.

La gran caza al turista tiene lugar bajo un marco legal que se define por sí mismo: el miércoles de Pascua se publica una ley en el Boletín Oficial que obliga a usar la mascarilla en las playas y al mediodía el propio ministerio, que ha propuesto el borrador, dice que busca la forma de incumplir lo que dice la ley. O sea que es tan vital el cumplimiento de las normas que unas horas después hay que incumplirlas. Puestos a sancionar, ¿no sería más rentable que todas estas fuerzas de seguridad se dirigieran al ministerio que declara públicamente que busca cómo incumplir sus propias leyes?

La cuestión es el hecho sin precedentes que supone que se haga todo este despliegue –o al menos se anuncie– como si los turistas tuvieran la vocación de contagiarse, como si sus planes consistieran en violentar las normas, es atentar contra la salud.

Un turista, con las mismas excepciones de cualquier otro colectivo, es una persona que tiene respeto por su vida, que no quiere enfermarse y que, normalmente, pretende cumplir razonablemente con lo que es lógico. Otra cosa es la ausencia de lógica en muchas medidas, pero eso es harina de otro costal.

A mí, francamente, no me resulta muy propio de una democracia tratar a la gente así, hacer anuncios punitivos, amenazantes. Me recuerda a las acciones contra los traficantes de drogas, contra los delincuentes menores. 

Comprendo perfectamente que las normas están para ser cumplidas, pero no termino de ver por qué dejamos que los turistas vengan si después anunciamos prácticamente que un policía va a seguirle los pasos allí donde vaya. Y, encima, no lo hacemos.