La bobada de la no discriminación

El primer ministro griego, consciente de la importancia de la recuperación turística, envió hace unas semanas una carta a la presidenta de la Comisión Europea exigiendo un pasaporte para los vacunados de Covid, de forma que puedan viajar. La presidenta de la Comisión presentó el tema a los veintisiete en un Consejo. Algunos países estuvieron a favor pero Francia principalmente, y Rumanía en menor medida, se manifestaron en contra: aducen que si damos un pasaporte a unos para que sí puedan viajar, estaríamos ejerciendo una discriminación con los otros que, por no vacunados, no podrían viajar.

Y hasta ahí llegamos. Una bobada como esta paraliza la acción europea. No hay coordinación porque a un genio francés se le ocurrió tal tontería. Como si todo lo que llevamos meses haciendo no fuera una discriminación contra los infectados por el Covid. Como si Francia no pidiera una prueba PCR negativa para dejar entrar en el país, sin que le importe que eso discrimine a los enfermos y les impida viajar libremente. Así se paraliza el continente.

Observen que podemos perder meses y meses de actividad económica por dos motivos: primero, la inoperatividad de Europa, incapaz de tomar decisiones si no es por unanimidad y, segundo, por la incapacidad para vacunar a un ritmo aceptable.

Mientras tanto, Grecia y Gran Bretaña tienen avanzado crear el dichoso pasaporte, o un certificado, o lo que sea, que justifique que al estar vacunados pueden viajar con tranquilidad. España, observen, no está negociando nada de esto porque parecería que no somos un destino turístico.

Vean otra contradicción demencial europea: la Agencia del Medicamento, por unanimidad de su consejo, aprobó la vacuna de Astra Zéneca para todos los públicos. Pese a ello, varios países la han prohibido para los mayores de 65 años. ¿Pero entonces por qué exigieron a este laboratorio que les entregara no se sabe cuántas vacunas, cuando los menores de 65 años no son los prioritarios y aún falta mucho para llegar a ellos? Y, también, se me ocurre preguntarme para qué sirve la Agencia del Medicamento, si los países europeos no siguen su criterio.