A la deriva

La situación del turismo en España es bastante buena si tenemos en cuenta que es el resultado del desgobierno. Ni Madrid, ni las autonomías, ni los ayuntamientos toman decisiones, por lo que el resultado que tenemos, mucho empleo, mucha actividad y beneficios abundantes, puede ser considerado un éxito. O una carambola con éxito.

Sin embargo, los riesgos son obvios: en estos momentos parece que el mayor problema es el del exceso, pero perfectamente podría ocurrir cualquier otro desastre. Porque la cuestión es tan simple como que no hay políticas, ni decisiones, ni liderazgo. Es el puro devenir pasivo de la coyuntura lo que nos ha puesto donde estamos.

Veamos que España, por imperativo legal, que coincide con la postura oficial, carece de política turística central. Madrid no tiene competencias, por lo que apenas se limita a dar declaraciones a la prensa y hacer como que existe. Por eso, por ejemplo, en este país no hay una política sobre el alquiler vacacional.

Pero tampoco las autonomías, ni colectiva ni individualmente, tienen políticas. Cada una va hacia donde el termómetro electoral le indica. Da igual que sean gobiernos de derecha o de izquierdas, todos se limitan a ver dónde puede haber votos y a esperar. Hoy, por ejemplo, no hay ni indicios de que queremos hacer con los apartamentos turísticos. Vean el caso de Cataluña, donde se supone que hay más rechazo al turismo y a los apartamentos, que es probablemente el lugar más saturado de visitantes y con más oferta ilegal.

Y, finalmente, qué les vamos a decir a los municipios, cuya propia naturaleza impide que resuelvan grandes temas. Pero, pese a ello, aún tienen voz y organizan sus líos, como en Barcelona o en Palma, donde tienen supuestas políticas propias, como si sus actuaciones pudieran aislarse de un contexto lamentable.

Así estamos, a la deriva. Hay que congratularse porque el resultado final es bastante bueno, teniendo en cuenta lo que nos podria llegar a ocurrir sin nadie fijando el rumbo.