Las ganas de volar

Ha sido de la noche a la mañana. O del invierno a la primavera. O de las restricciones a la libertad. El mundo ha descubierto de pronto que todos quieren volar, viajar, alojarse fuera de casa, hacer turismo. La Semana Santa de 2022 se ha convertido en el símbolo del retorno a la normalidad, pese a que aún quedan virus por ahí y en algunos países hay alarmas. Sólo China –no lo olviden– sigue encerrada, con unas medidas que no entiende nadie, ni siquiera los propios chinos.

La demanda ha crecido tan rápidamente que muchas compañías aéreas no han tenido tiempo de recuperar plenamente la operatividad de la flota, por lo que en muchos países aún hay restricciones en cuanto al disponibilidad de plazas.

En Europa, sin ir más lejos, British Airways está en un buen lío porque no tiene empleados para volver a trabajar normalmente, por más que los busca desesperadamente. Curiosamente, Ryanair, que dicen que trata mal a su plantilla, está volando al cien por ciento (British Airways: mil libras sólo por aceptar un empleo).

Todo esto supone que los precios de los billetes se están disparando. En Estados Unidos han subido un 24 por ciento sobre el mismo periodo en épocas normales. En Europa el panorama es más complicado, pero hay fechas en las que, también, los precios se han disparado. A finales de mayo, cuando en muchos países hay vacaciones escolares, un vuelo de dos horas está hoy por encima de los 500 euros, cosa que no ocurría desde la última final de la Champions.

Lo interesante, para los sociólogos y los charlatanes, es que los precios se disparan, pero al viajero parece darle igual: sigue reservando. Atención, pues, que este verano puede ser importante desde todo punto de vista.