El turismo, de primera necesidad

Todos los aeropuertos del mundo, todos los hoteles y alojamientos de las diversas plataformas online, todos los rent a car del mercado y, por supuesto, todos los servicios complementarios que mueven al turismo, están sorprendidos no sólo porque tras los dos años de epidemia de Covid la normalidad haya vuelto tan rápidamente, sino porque el viajero está demostrando muchas ganas de viajar, mucha necesidad de salir.

Definitivamente, las sociedades occidentales han creado una necesidad que hace apenas cien años era de minorías y hace algo más no existía: viajar. Esto tiene sus problemas, pero es un hecho cierto, tangible.

Cuando en los años noventa el canciller alemán Helmut Khol decidió la unificación de las dos Alemanias –o deberíamos decir la absorción del Este por el Oeste–, la economía se frenó. Cuando ocurrió esto, los analistas pensaban que el primer sector que iba a sufrir un recorte en su volumen de actividad iba a ser el turismo. Se consideraba a este sector como un lujo, como un accesorio en realidad no necesario.

¿Qué ocurrió, para sorpresa de todos? Pues que los alemanes optaron por seguir viajando prácticamente como antes, al menos en el corto y medio radio. Ahorraron, sí, pero no del gasto turístico, que consideraron de primera necesidad. Igual que no se ahorra en el consumo de leche o de pan. En cambio, los coches, esa obsesión tan alemana, sufrieron en sus ventas porque los consumidores optaron por cambiarlos un poco más tarde de lo habitual. El espectáculo era insólito: se mantenía el gasto en turismo, pero sufrían los fabricantes de coches, de muebles, de neveras...

La intensidad con la que hoy los europeos han vuelto a viajar apunta a una repetición de este fenómeno: el turismo es una necesidad de nueva creación, pero de primera necesidad.