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EDICIÓN ESPAÑA

OPINION

El estado inexistente

No sé si hace una década o así, un anciano vecino de Mallorca cogió su Seat y se marchó a Carrefour. Al poco, se perdió. El siguió conduciendo, no sabía muy bien por dónde, hasta que se encontró a sí mismo en una calle anchísima, llena de luces bajas y sin edificios. Era la pista principal del aeropuerto de Palma. Un coche de Aena, de los que dirigen a los aviones a las puertas de embarque, rescató al anciano. Cómo se coló por las puertas de seguridad que Dan acceso a las pistas, como entró en una terminal con sofisticados mecanismos de control es un misterio. Desde luego, el anciano, incapaz de encontrar Carrefour, no tenía ni idea de cómo saltar un control de seguridad. Ni intención. El episodio fue rápidamente olvidado porque ¿a quién podría interesar ventilar que toda la seguridad aeroportuaria es costosa pero inexistente?

Este viernes, una docena de marroquíes, o quizás unos pocos más, se pusieron de acuerdo para viajar a España ilegalmente, sin trámite alguno, mediante una técnica bastante divertida: simular una enfermedad a bordo de un avión y escapar apenas el aparato pisa tierra. Compraron un billete en Air Arabia, partiendo de Casablanca a un país del este de Europa, y se lanzaron a la aventura.

Lo patético de esta chapuza es que tiene éxito. Peor, no sólo tiene éxito, sino que amarga la vida a miles de personas durante todo un día en Mallorca y alrededores, al obligar al cierre del aeropuerto desde media tarde hasta las doce de la noche. Con el saldo de que los fugados logran su objetivo.

Observen qué nivel tienen nuestras autoridades, por llamarles de alguna manera. Primero, se les escapan veinte personas cuando se abren las puertas del avión. ¡¡¡Veinte!!! Segundo, teniendo en cuenta que el aeropuerto de Palma, como toda terminal, es un edificio cerrado, aislado, vallado, son incapaces de detener a trece de ellos. Tercero, en el ejercicio de sus poderes, pese a los perjuicios que causan, cierran la terminal desde las 18.30 hasta las 23.30, con unos efectos tremendos sobre miles de viajeros. Y todo para nada.

O sea: tenemos fuerzas de seguridad capaces de estar detrás de un mostrador, de tomar cafés y charlar sobre la libranza del próximo fin de semana, pero incapaces de resolver un problema como este, que tampoco era del otro mundo. Lo del jubilado con su Seat era un anuncio.

Porque no se pierdan al ‘enemigo’: estos pobres prófugo ni siquiera sabían en qué aeropuerto podrían estar, dado que, una vez simulada la enfermedad de un viajero, no podían adivinar a qué terminal sería desviado el avión. Podían estar en Mallorca, Marsella, Ibiza o, incluso, Cagliari. Ni idea. A ellos les daba lo mismo. Lo importante es que no hubiera autoridad alguna en el lugar de llegada, como se ha visto. O que no hubiera nadie competente, que autoridades sí tenemos, como indican los Presupuestos Generales del Estado.

Ahora nos toca que esta práctica se convierta en un hábito, de manera que los inmigrantes ilegales así se ahorren el riesgo de la patera. Me parece bien. Nosotros también tendríamos que perfeccionar nuestra recepción: no cerremos el aeropuerto cuando pasa una cosa así, que provocará impopularidad en relación con esta forma de inmigración o, incluso, podríamos abrir una puerta en el aeropuerto que directamente conecte con la calle.

Mientras tanto, seguiremos pagando dinerales por unos equipos de seguridad que hablan sobre los turnos del próximo fin de semana. Colosal. El Estado inexistente.


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    Ansuy
    2 años

    Usted habla del Estado. Alguna deuda le tendrá. Y mucha razón en lo que dice tambien la tiene. Pero en los aeropuertos además de la pública existe seguridad privada. ¿Funcionó?

    Observateur
    2 años

    Seguramente mientras esta brecha de seguridad ocurría, los policías y guardias civiles estarían entretenidos en algún chat privado de esos donde, entre vivas a Santiago Abascal e insultos al "coletas", se carcajean con la idea de acabar con 26 millones de españoles. Hay que hacer una limpia muy a fondo de unos funcionarios públicos tan ineficaces como sectarizados.

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