Efectos para la industria turística de las terceras elecciones

A la hora de escribir esta columna el presidente Mariano Rajoy y el jefe de “Ciudadanos”, Albert Rivera, tratan de encontrar una salida al difícil túnel político e institucional en el que lleva sumido España.

El gran problema es que ni Rajoy ni Rivera son soberanos “strictu sensu” para hacer nada. No lo son para poder formar un gobierno siquiera contra el que despotricar que es lo mejor que se puede hacer con cualquier gobierno del signo que fuera. De acuerdo a la decisión del pueblo español en las segundas elecciones legislativas es al PSOE de Pedro Sánchez al que correspondería, llegado el caso que lo es, mover la abstención para inmediatamente después convertirse en “oposición” que es lo que realmente persigue Sánchez y sus conmilitones.

De modo y manera que tal y como están las cosas y salvo milagro de última hora nuestros in-exportables dirigentes políticos –que desafortunadamente para ellos apenas representan a una sociedad relativamente madura como la española- nos conducen directamente a unas terceras elecciones generales. Será así el único país del mundo libre que llevará a cabo tres consultas de este tipo en menos de un año. ¡Albricias!

Me suele preguntar la buena gente de España sobre el por qué sucede todo esto en uno de los más bellos y mejores países del mundo. Lo ignoro pero sí acierto a percibir ciertos rescoldos guerra civilistas que ochenta años después no han terminado de enterrarse. Los mismos 80 años en los que tuvo lugar el más vil y el más estúpido de los asesinatos en aquella contienda trágica, la muerte del gran Federico García Lorca. El mismo que dejó escrito aquello: “Desprecio aquel que no tiene en cuenta la otra mitad…”. Y lo mataron.

IMPACTO

La perorata “política” anterior viene a cuento a propósito del inevitable impacto que esta anomalía institucional tiene –está teniendo ya-en la economía, en su corolario fundamental que es el empleo y por ende en la primera industria nacional que es el turismo.

El turismo asienta sus bases principalmente en la “confianza” y la “credibilidad” que un país como destino tiene entre aquellos nacionales y fundamentalmente extranjeros que eligen ese destino para pasar lo mejor de su tiempo: los periodos vacacionales.

Este es el asunto. Hay más. Sin Presupuestos Generales no habrá dinero para llevar a cabo los gastos en promoción –tanto en su vertiente nacional, autonómica, provincial o local-. Ni siquiera para afrontar la necesaria inversión en infraestructuras, y mucho menos para habilitar créditos y avales que toda industria necesita para ir remodelándose y modernizarse.

De ahí la enorme responsabilidad adquirida por estos señores que no son capaces de ponerse de acuerdo ni siquiera en quién y quiénes han ganado las elecciones. Comprendo que para un 80 por ciento de la clase política el asunto se la traiga al pairo -como parece- porque ellos abrevan del dinero público que el Estado, comunidades autónomas y municipios trincan directamente del bolsillo ciudadano. ¡Cómo demonios van a entender una realidad que nunca han vivido!

Cuando las listas de la EPA empiecen a tabular parados a mansalva vendrán con las baratas excusas de siempre de echar la culpa al contrario. Sería el momento de ponerles el dogal en el cuello.

Dicho por corto y por derecho: no hay escenario peor que el actual para nuestra industria turística en lo particular. Amén de que nos espera, sí o sí, una subida de impuestos porque las cuentas públicas están desbocadas.

Por todo lo anterior, concluyo que del “impasse” político e institucional creado sólo puede concluirse pobreza y miseria. Nada que ver con una clase dirigente acorde con los tiempos. Ellos -unos más que otros- siguen anclados en sus trincheras ideológicas como si de eso pudiera comer el pueblo llano. Pueblo llano que justamente podemos deducir que les importa tanto como una higa.

Comprendo a los inversores que esperanzados con un presente ciertamente notable pensaban invertir sus dineros en mejorar sus negocios y ahora mismo han decidido no mover ni euro en el mejor de los supuestos. Y en el peor dedicar sus excedentes o sus créditos a invertirlos en otros lugares donde los responsables políticos son algo más responsables que los que pululan por estos lares.

Creo que se me ha entendido todo. Al menos por hoy.