Vandellós como ejemplo

Adif, el organismo público español que gestiona la red ferroviaria del país, ha abierto al tráfico un tramo de vía de alta velocidad que enlaza el Levante español –Murcia y Valencia—con Barcelona. Es un salto al futuro y todo lo que se suele decir en estos casos.

Sin embargo, para mí esta apertura es reveladora de un problema permanente en el transporte ferroviario español, muy grave, y con el que convivimos en el trasfondo: la dualidad que existe en este país en materia de infraestructuras férreas. O bien vivimos en el siglo XIX, con un modelo descuidado y desfasado, o bien pasamos al siglo XXI con una red de alta velocidad, desproporcionada para las necesidades del país.

La red ferroviaria convencional española es penosa. No sólo las conexiones con Extremadura, Algeciras, Ferrol, Almería o Asturias dan pena, sino que hasta ayer mismo había tramos de la línea del Levante español que eran de vía única. El enlace Madrid – Burgos, por ejemplo, está prácticamente olvidado, para desgracia de Aranda y de Burgos. Y así podríamos continuar de región en región.

En el otro extremo, disfrutando de una inversión descabellada, la red de alta velocidad, para la cual no tenemos suficiente demanda, para la cual no hemos acostumbrado a los viajeros. El tramo inaugurado en Vandellós demuestra precisamente este contraste: vamos de la nada al todo, del siglo XIX al XXI, sin solución de continuidad.

Nuestra irresponsabilidad es tan grande, nuestra demagogia ha sido tan absurda, que ahora la única posible justificación de todo esto probablemente sea la aplicación de medidas draconianas para pasar al viajero del avión al tren de alta velocidad y conseguir que, ya que hemos gastado lo que no teníamos en tener la mejor red veloz de Europa, al menos seamos coherentes y no contaminemos con la aviación tradicional.

Cuando se empieza a hacer la casa por el tejado, el final puede ser cualquier cosa. Y es lo que nos pasa ahora.