Sin argumentos no hay debate

Como casi todo el mundo, llevo meses leyendo casi todo lo que se escribe sobre la crisis del coronavirus. En parte es porque me interesa saber qué hay de nuevo, en parte porque quiero saber qué piensa España y, en parte, porque después de tanto tiempo, uno tiende a aburrirse.

A ver cómo lo digo con elegancia: es muy dificil tener un debate público constructivo cuando una proporción demasiado alta de participantes carece de lógica, de capacidad de raciocinio, de conocimientos o hasta de sentido común. En mi opinión, a todos los problemas que podamos explicar de los políticos, hemos de sumar los que tenemos los ciudadanos con nuestra muy limitada capacidad para entender lo que ocurre, cómo funcionan las cosas, qué dinámicas existen en una economía como la nuestra.

Yo diría que menos de uno de cada diez participantes en los sitios públicos entiende qué es una economía abierta, o cómo funciona el turismo, o cuántas dificultades tiene crear una estructura tan compleja y rentable como la que tiene España. O si entienden algo de esto, carecen de capacidad para organizar un razonamiento, mezclando causas con consecuencias, mecanismos con deseos, churras con merinas. 

Excepcionalmente se puede encontrar algún comentario sensato, equilibrado, pero es algo tan excepcional, tan inusual, que da un poco de miedo pensar que este sea el perfil medio de nuestros votantes. 

Nos quejamos con una dureza extrema de la incapacidad de nuestros políticos pero yo invito a pensar las cosas desde otro punto de vista: ¿esta España votaría a alguien que nos dijera las verdades sin edulcorarlas hasta convertirlas en mentiras? ¿Estamos en condiciones de analizar con método lo que nos están proponiendo? 

Recordemos que esta España votó a Zapatero, lo cual constituye un hito digno de ser estudiado por los sociólogos más sofisticados; y tengamos presente que Rajoy ganó las elecciones con el país al borde de la quiebra y prometiendo una bajada de impuestos. Desde siempre, nos han mentido sobre el estado del sistema de pensiones y siempre lo hemos comprado cuando, la verdad está al alcance de la mano.

En turismo ocurre lo mismo: es uno de los pocos sectores en los que somos líderes y, sin embargo, compramos fácilmente el discurso que criminaliza a los que han sido capaces de crear esta industria. Pienso que no todos nuestros males vienen de los políticos, algunos nacen en la sociedad y, lógicamente, se extienden como una mancha de aceite a todos los niveles.