“Por favor, no vuelen en mis aviones"

El crecimiento del negocio turístico, especialmente de los vuelos en avión, la caída del precio medio del billete, la ola ecologista que se está desarrollando en torno a la aviación, especialmente en el norte de Europa, han hecho posible el hecho absolutamente insólito de que KLM, una aerolínea cuya actividad es transportar viajeros en avión, haya pedido a la gente que no vuele. La razón para el pedido, como se imaginan, es que la aerolínea holandesa considera que volar daña el medio ambiente.

Ahora bien, esto es como si El Corte Inglés pidiera a la puerta de sus grandes almacenes que no entremos a comprar o como si Amazon nos enviara e-mails diciéndonos que no accedamos a su portal. Algo ciertamente sorprendente.

Sin embargo, no piensen que KLM se equivoca en su estrategia de marketing porque, por supuesto, la petición es parte de una visión comercial, como es natural. Nada en el mundo contemporáneo, cuando jugamos con tantos y tantos millones de euros, es accidental o se escapa de las estrategias de marketing.

KLM probablemente no se equivoque porque su postura pública le va a permitir presentarse al mundo, especialmente a su clientela del norte de Europa, como una empresa preocupada por proteger el medio ambiente. Tanto, tanto, que hasta se atreve a decir la verdad de que mejor no viaje en avión, si es que puede evitarlo.

Esa postura le va a generar las simpatías de quienes comparten que no hay que viajar pero que, en su caso particular, en el de cada uno de ellos individualmente, como no queda otro remedio, van a volar y lo van a hacer probablemente con KLM, una empresa que, como ellos mismos, está preocupada por preservar el medio ambiente.

O sea, un avión de pasajeros de KLM contamina y destroza el medio ambiente exactamente igual que uno de Ryanair o de Lufthansa, pero la diferencia es que tanto la compañía como los pasajeros que vuelan en esos aviones de KLM estarán concienciados de que lo que están haciendo daña el entorno y deberían haberlo evitado, mientras que los de Ryanair, y la propia low-cost irlandesa, son inconscientes.

Yo no sé si el planeta notará la diferencia, pero no deja de ser fabuloso que en nuestro mundo de marketing y relaciones públicas hayamos llegado al ridículo de aplaudir a aviones, aerolíneas y pasajeros que contaminan igual que otros pero que tienen una conciencia superior.