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EDICIÓN ESPAÑA

Latinoamérica, una oportunidad

El director general de Norwegian, Bjorn Kjos, presentó hace unos días su primer vuelo de Londres a Buenos Aires. En el acto, señaló que Latinoamérica presenta una gran oportunidad para su aerolínea, aunque no explicó en qué consiste eso. Lo dejó ahí: pronto, añadió, ofreceremos muchas conexiones desde Buenos Aires y eso hará atractivo ese destino.

 

Lo que Kjos sugirió pero no terminó de decir claramente tiene que ver con que el mercado latinoamericano, pese a que ha avanzado respecto al pasado, sigue siendo comparable a la Europa de los años ochenta: precios abusivos, ausencia de competencia, mercados controlados, pocos viajeros.

 

La evidencia es la siguiente: un vuelo entre España y Japón o China, Hong Kong, Singapur o Corea tiene un precio habitual de entre 550 y 750 euros, ida y vuelta. Un vuelo ordinario, de igual duración, a Latinoamérica, está en los 1.200 euros, con algunas excepciones muy puntuales. Por eso, Norwegian empezó volando a 299 libras en un sentido y es, con diferencia, el precio más bajo del mercado.

 

Si añadimos que los vuelos interiores latinoamericanos tienen precios exorbitantes y son bastante escasos --pese a que la red de carreteras prácticamente no existe o es deplorable--, entonces empezamos a entender de qué hablaba el directivo escandinavo. Norwegian no necesariamente tiene que hundir precios, sólo va a ser más barata que los demás y así se garantiza una ocupación excelente en sus aviones, con grandes márgenes.

 

¿Quiénes son esos competidores que controlan el mercado? El principal operador latinoamericano es Latam, la que antes era Lan Chile y Tam de Brasil. Conjuntamente, estas dos aerolíneas tienen hoy una cuota de mercado dominante en el continente. En segundo lugar, hay que destacar Avianca, que se ha expandido y convertido en un referente. Y, en tercer lugar, sólo en los vuelos hacia Europa, tenemos a las españolas Iberia y Air Europa, a Lufthansa y a Air France.  Sin embargo, es injusto arremeter contra estas aerolíneas por la situación generada. En realidad estamos ante un problema histórico, enquistado, que exige savia nueva, y del que nadie individualmente puede hoy sustraerse. Es más, si nadie más que Norwegian irrumpe en ese mercado intentando cambiar las cosas, es probable que la propia compañía noruega termine adaptándose y aprovechándose de los márgenes, en lugar de cambiar y liberalizar realmente el mercado.


Efectivamente, Kjos tiene razón: en Latinoamérica hay margen para una revolución en la que Norwegian puede jugar un gran papel, si sus problemas internos le permiten lidiar con estos desafíos, que no serán fáciles porque tocan muchos intereses consolidados.


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