Kelleher: un empresario humano

Herb Kelleher es un mito en Estados Unidos. El fundador de Southwest Airlines, que murió ayer, está en las antípodas de nuestro Michael O'Leary. Todo el mundo quiere a Kelleher. Todo el mundo lo admira.

Por supuesto, los ciudadanos americanos lo aprecian porque gracias a él y a su compañía los precios de los vuelos en Estados Unidos bajaron espectacularmente, llevándose por delante a algunas de las grandes aerolíneas de siempre y obligando a todas a adaptarse a la realidad que le imponía Southwest. En esto, naturalmente, no difería de O'Leary.

Pero, además, Kelleher quiso crear una aerolínea humana, con seres humanos, con una cultura que entusiasmara a la gente. Por algo nunca en sus 45 años de historia hubo una huelga en la compañía.

Su funcionamiento era simple: los salarios eran y son bajos. También el suyo, infinitamente menor que los de cualquiera de sus colegas. Cuando al final del ejercicio se hacían cuentas, si los beneficios de la compañía eran altos –cosa habitual, incluso en algún caso excepcionalmente altos– una parte sustancial se repartía entre los trabajadores. Durante 46 años, pese a las crisis y los atentados terroristas, Southwest ganó dinero y repartió una parte sustancial de esos beneficios entre los trabajadores.

La actitud de Kelleher fue abierta y dialogante, lo que hizo que todos los trabajadores con buena voluntad pudieran sentirse integrados en la compañía que, por algo, se ha convertido en la más innovadora de Estados Unidos y en una de las más grandes.

Ayer, por supuesto, todo el mundo de la aviación americano se acordó con respeto de este hombre, un empresario humano.