Esperpéntico, incluso para Italia

Cada día llega una noticia diferente sobre la situación de Alitalia, la compañía estatal italiana, en quiebra técnica desde hace dos años y medio. Pese a que el flujo informativo es constante, se mantiene la increíble particularidad de que a una noticia absurda sucede otra aún menos creíble, más inverosímil. Incluso para lo que habitualmente sucede en Italia, la saga de Alitalia es completamente excepcional.

A día de hoy es imposible de explicar cómo están las cosas. Porque nadie lo sabe. Una cosa es la que dice el ministro de Economía, otra el presidente Conte, otra el responsable de desarrollo económico, Di Maggio, y otra la propiedad provisional, que es Ferrovie dello Stato, la compañía de trenes. Hasta alguna de estas versiones llega a sugerir que el mejor posicionado para quedarse con la compañía es Efromovich, el ex-presidente de Avianca, aún accionista relevante de la compañía colombiana.

Les digo estrictamente lo último: es seguro que Ferrovie dello Stato y Delta, la compañía americana, estarán en el capital. Y es seguro que entre ambas no llegarán al cincuenta por ciento. Entonces falta un gran inversor. Los nombres que están sobre la mesa son conocidos: el grupo Toto, de AirOne; el grupo Atlantia, de los Benetton, propietario de autopistas; Lotito, el presidente del Lazio y Efromovich, ex-presidente de Avianca. Algunos políticos dicen que con Benetton, ni a la esquina; Delta dice que sin los Benetton, todo se cae; Conte dice que hay que aplazar –sería la quinta vez– la solución a la crisis, y Di Maggio parece estar hecho un lío.

Quedan cinco días para que se aclare el embrollo, aunque esto mismo les dije desde esta columna en las cuatro veces anteriores en que vencía el plazo. Los administradores provisionales están hartos porque así no se puede operar.

Recuerden lo que dijo un día Lufthansa: a partir de un momento dado, Alitalia habrá entrado en tal caos que ya no le interesará a nadie. Puede que estemos cerca de ese día.