Esperando la vacuna

En marzo del año pasado, la mayor parte de los empresarios del turismo pensaban que la primavera sería negativa, pero nadie hubiera osado decir que el verano estaba en peligro; hoy, además de aceptar esto, también piensan que no habrá turismo hasta finales de año, si es cierto que para entonces estará disponible al menos la vacuna de Oxford.

Este diagnóstico tremendo para España, que es un país turístico, podría ser más grave si miramos al extranjero: Italia, Grecia, Turquía, Francia y otros países han hecho grandes esfuerzos para captar turistas, para comportarse con normalidad. Algunos dicen que fuera las cosas han ido bien.

Pues no, la lectura correcta que debemos hacer hoy es la siguiente: todo el mundo, todo, con excepciones irrelevantes a nivel estadístico, ha perdido el año. En los casos mejores, se ha perdido el sesenta o setenta por ciento del negocio, que equivale a una ruina; en el peor, más del noventa, que es lo que terminará por ocurrir en las costas españolas y Baleares. Nos queda la incógnita de Canarias. Esta es la realidad.

Italia, pese a todos los bonos y ayudas, no ha funcionado. Grecia ha tenido las puertas abiertas, pero tampoco ha conseguido nada aceptable. Igual Portugal, Chipre y hasta Turquía. Naturalmente, el Caribe y el Extremo Oriente están, más o menos, igual –recuerden que Bali, por ejemplo, está cerrada hasta 2021.

Es decir: el verano se ha perdido a nivel mundial. Quizás no con tanta dureza como en España, pero perdido en más de la mitad de la facturación. Porque, como ven, no basta con estar abiertos, no basta con tener aviones, hay que conseguir que el turista quiera viajar y eso no se logra ni en el actual ambiente ni con los riesgos reales que existen. “¿Y si viaja y no puede regresar?”, se preguntan muchos turistas. Y así tenemos al mundo esperando a la vacuna que, definitivamente, será la única solución posible a este maremagnum.