Ola de protestas en Capri contra la saturación turística

No es sólo la Barceloneta, Praga, Venecia, Valldemossa o Taormina. Las quejas contra la saturación turística se extienden porque los viajeros lo invaden todo. Ahora, la queja llega de la maravillosa isla de Capri, totalmente desbordada de visitantes.

El problema de Capri son los barcos, porque al ser una isla el enlace se hace por mar. Hay demasiados, el puerto está saturado y no hay forma de ordenar aquello. Y, como en España, el problema se complica porque los permisos de navegación ya no los otorga Roma sino las regiones, Campania en este caso, con lo que la Guardia Costera no puede hacer más que observar cómo se llega a la saturación. Las autoridades, ante las protestas por el caos permanente, han dicho que van a ampliar el puerto, lo que no termina de convencer a los vecinos.

Las navieras reciben las concesiones para operar de la autoridad napolitana, de Campania, y da demasiadas salidas y llegadas, de forma que los alcaldes, los vecinos y varias asociaciones han lanzado un llamamiento de alarma.

El punto de llegada de los barcos a Capri es el muelle principal y la Banchinella, que está al lado. Pero eso no basta para atender 219 salidas y llegadas, que da una media de una operación cada 4.8 minutos, lo cual no es verdad porque el tráfico no se distribuye homogéneamente durante las veinticuatro horas.

Los once amarres que se extienden por un kilómetro y que tienen menos de seis metros de ancho no bastan desde las 5.40 a las 22.05, horario de operaciones. La zona es un tumulto de gente entrando y saliendo, taxis, buses y muchedumbres preguntando por el funicular. Sólo a partir de las 20 las cosas se calman un poco, cosa que no se logra en los fines de semana, cuando todo el movimiento tiene un plus de intensidad.

En la Banchinella llegan los trasbordadores y barcos rápidos que dan la vuelta a la isla o vana Ischia y Positano. Otra locura, desde las 4.45 de la madrugada hasta entrada la noche.

El decreto del 14 de junio que permite tanta operación y que está provocando las quejas decae al final del verano, pero las fuerzas sociales protestan esperando que cambie la situación y pueda haber un poco más de paz, un poco menos de ruido y movimiento.