La patética imagen que daña nuestro turismo

Sé perfectamente que España es un país democrático donde cada cual –individual o colectivamente- puede expresarse como le venga en gana y alzarse contra su realidad siempre que se respete el interés general, cosa que algunos olvidan fácilmente.

Escrito lo anterior al socaire de los líos que han inundado el inicio del verano en nuestro país –que probablemente retornarán en breve incluso con más extensión- donde las principales ciudades españolas han quedado colapsadas, en especial, Madrid, Barcelona y Valencia. Han quedado bajo el “estado de sitio” que decretaban los huelguistas –en ocasiones con actos violentos, intimidaciones, insultos y amenazas- entre la aquiescencia pasiva de un Gobierno que ha sido incapaz de imponer la ley y ha estado mirando permanentemente hacia otro lado en búsqueda del aplauso político y electoral.

Lo relatado anteriormente se podrá adornar  con la guinda que se quiera, incluso rebajar el brebaje, pero es la verdad. He leído muchas crónicas de los corresponsales de prensa extranjeros acreditados en España y esa ha sido la tónica general a modo de conclusión. Habrá visto el lector los telediarios de cualquier de las muchas cadenas que nos legitiman mediáticamente y las imágenes han sido de aurora boreal. Vuelvo a insistir: la libertad es indivisible, cada colectivo tiene en sus manos amamantar los procederes que les venga en gana pero tienen que tener muy presente el interés general por encima del gremial. Un gremio (taxis) que pretenden poner puertas al campo en medio de un cambio cósmico y en todo el orbe colosal.

El interés general de los españoles ha quedado muy severamente dañado. En la noche del pasado miércoles los dirigentes huelguistas y sus piquetes dieron la sensación que rendían sus inquietudes y se asustaron ante la revuelta social que habían provocado. Fui testigo, y pagano, del colapso del centro de Madrid. Oí todo tipo de exabruptos hacia los huelguistas que increpaban desde el Paseo de la Castellana a un sordo ministro de Fomento. Precisamente el Gobierno, simbolizado por el secretario de Estado y el propio ministro Ábalos, se hicieron los tancredos y lanzaron el envite a las comunidades autónomas y corporaciones locales. Como si no supiéramos ya como funciona la “descentralización” en temas claves.

España dedica anualmente muchos miles de millones de euros a promocionar sus territorios como destinos turísticos en el exterior. Tengo para mí que al, final, resulta un dinero derrochado cuando sus bondades son aplastadas al ver el turista cómo se le recibe en esas circunstancias. Al turismo extranjero y al doméstico cuando decide viajar para descansar le importa una higa si los taxistas son carne de cañón de las VTC o viceversa. Lo que se han ganado durante todo el año no quieren que se les venga abajo por circunstancias ajenas a su voluntad. He oído muchos comentarios de visitantes al respecto y no dejan lugar a dudas. Ya sé también que estas cosas ocurren en el resto del mundo libre; en el sometido, no.

La bronca entre los taxistas de toda España y los de las VTC ha sido un botón de muestra en la gestión que podemos esperar del nuevo y flamante Gobierno. Ni para atrás ni para adelante. “In médium virtus”…¡Manda bemoles! ¡Qué hubiera dicho el ministro Ábalos si estos sucesos se hubieran producido cuando estaba en la oposición, y cómo hubiera puesto a escurrir al ministro del ramo.

Bien. Por lo demás, el verano está en su punto álgido. Hay tiempo para recuperar lo que estos meses se han perdido. Pero los temas de fondo siguen igual. Dos meses después de haber tomado posesión de sus cargos los nuevos mandamases de la cosa turística no he oído ni una sola palabra, ni un mal planteamiento….¡Siguen de vacaciones!

LO DE CATALUÑA.

Ya es oficial, aunque no hace falta ser un lince ibérico para intuirlo. Meliá y NH Hoteles han sustanciado que los clientes españoles no viajan a Cataluña tras el 1-0. Son dos buenas fuentes para apuntalar un acontecer altamente preocupante para el empresariado turístico de aquella región.

¿Querían “procès”? ¡Toma procès!