El gran problema del capitalismo es que no todos estamos en igualdad de condiciones para competir: unos tienen que luchar a brazo partido para defender su hueco mientras que otros tienen el privilegio de estar protegidos, amparados y mimados por los sistemas públicos, de forma que su negocio es seguro.
Podríamos hacer largas listas con sectores y empresas que tienen el paraguas del poder y de empresas que han de luchar solas, desamparadas. Sin entrar en un análisis profundo, vean las eléctricas, algunas de ellas incompetentes como pocas, pero disfrutando de sus monopolios; los fabricantes de coches, a quienes más allá de todo el rollo de la libre competencia, les permiten que tengan el mercado fragmentado por países, para poder vender más caro allí donde el poder adquisitivo local lo permite, a través de un régimen de concesionarios absolutamente alejado del mercado abierto; qué decir de la banca, y sobre todo las compañías aéreas, detrás de las cuales suelen estar los gobiernos.
Ahora la IATA, que agrupa a las aerolíneas de todo el mundo, acaba de demostrar su arrogancia con las agencias de viajes europeas, cambiando las normas para acreditarlas, sin consultar y sin dialogar. La IATA hace y deshace sin control alguno, porque sabe que tiene el poder, que está protegida. ¿Qué habrían hecho las autoridades de la competencia si la patronal de las agencias de viajes hubiera establecido un precio mínimo para sus servicios, al margen de sus clientes? Habría dicho que eso es improcedente, porque impide que un asociado pueda ofrecer libremente el precio que crea correcto. Pero a la IATA se le consiente cualquier cosa, faltaría más.
Si, tras este enfrentamiento, las agencias de viajes europeas llevaran a la IATA ante los tribunales de la competencia estarían haciendo un favor al mercado. Las aerolíneas han perdido el control de las fronteras nacionales en Europa, pero siguen dominando los mercados mundiales como lo han hecho siempre, imponiendo sus normas sin diálogo y sin respeto alguno por el consumidor.
Arrasar con este cartel sería en beneficio del consumidor, de la libertad de mercados, de la competencia. Permitir estos comportamientos equivale a crear normas capitalistas específicas para unos pocos privilegiados.
Así nos van las cosas.
IATA siempre fue así, protectora de las compañías de banco, que eran representación de cada país. A su vez, los estados protegían a IATA porque era la extensión de estos estados fuertes y cohesionados. Las agencias también protegidas de los estados tenían también si status que no eran cuestionados por la todopoderosa IATA. Ahora todo ha cambiado y estamos en un mundo de poderosos por encima de esos otrora fuertes estados nacionales.
Zwezy Batán ya lo contaban en los sesenta. El carácter y modos del sistema corresponde al del capitalismo monopolista. Nada nuevo.