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EDICIÓN ESPAÑA

Periscopio turístico

El turista invasor

El general Fulgencio Coll, ex JEME (cúpula militar del Ejército) con el gobierno de Rodríguez Zapatero y actual candidato a la alcaldía de Palma de Mallorca, ha vuelto a vehicular y en cierto modo a poner de modo el manido concepto “turista invasor” precisamente a “sensu contrario” como lo concibieron los padres de la criatura.

El viejo general, quien por nacimiento y ubicación geográfica conoce bien las bondades del turismo, se propone, si sus conciudadanos le conceden el honor de elegirle como primer edil de Palma de Mallorca, acabar con esa atrabiliaria manera de entender el fenómeno turístico que ha tenido la virtualidad, entre otras, de situar a su región como una de las más ricas de España, desde luego, y también de toda Europa.

Precisamente, cuando –como se subrayaba en el artículo de la pasada semana, los datos del año que agoniza (2018) para el conjunto del país no son para voltear las campanas, ni siquiera para hacer una tabulación grandiosa teniendo en cuenta el marcho de los años anteriores donde se batieron todos los registros. Tampoco el año que está a punto de nacer viene con un pan debajo del brazo, esto es, que todos los indicadores entienden que habrá una caída del número de turistas que lleguen a España. Veremos entonces si, en efecto, el turista es un “invasor” que arrasa con todo lo que encuentra a su paso o si por el contrario devengará en una caída del crecimiento y, por ende, de empleo. Veremos.

Todo el mundo sabe quién y quiénes han sido los que en los años de gran bonanza se han permitido ciertos lujos, naturalmente, en los principales lugares bendecidos por el turismo a gran escala. Nadie en su sano juicio, tal y como se ha dicho en numerosas ocasiones en este mismo papel digital, puede estar en contra de una ordenada política turística; nadie en sus cabales puede discutir que la actividad turística –una conquista de la civilización en sí misma-no puede justificarse con ataques al medio ambiente, a los ecosistemas, ni siquiera vender la autonomía cultural y la propia idiosincrasia por un remilgado plato de lentejas. Vuelvo a repetirlo hasta la saciedad si fuera menester.

Pero ninguna cosa puede representar –salvo desde posiciones instaladas en la caverna-que cobre carta de naturaleza concebir al turismo como un invasor/depredador. En todo caso, habrá de todo como en botica. Aquellos que se saltan las normas de convivencia y ecológicas habrá que ponerlos a buen recaudo, sin duda.

Ya veremos como la inminente FITUR 2019 se plantean y se venden ideas que lejos de ahuyentar a los clientes turísticos se compaginan una cosa y la otra. Coll ha entendido que su ciudad y su región volverían al averno si logran reducir a escombros el milagro turístico que durante décadas ha representado el crecimiento de su tierra e incluso cierta opulencia. Sólo desde esa opulencia algunas generaciones que desprecian cuanto ignoran se permiten el lujo de imponer criterios demodés, sobre todo, si han conseguido alzarse con el poder local, autonómico o nacional.

Escrito lo anterior soy de los primeros que se apuntó a la “calidad” y la excelencia en un sector que me es muy querido. Me subo al carro de la diversificación en los destinos y abogo por el turismo cultural, deportivo e incluso sanitario. Lo que tantas veces hemos publicitado y nunca nadie se lo ha tomado realmente en serio.


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