Ecotasa: más de lo mismo

Las elecciones autonómicas de este domingo no han supuesto un cambio importante para la política balear, muy interrelacionada con los grandes grupos turísticos españoles: seguirá gobernando la izquierda, seguirá al frente el PSOE, seguirá siendo necesaria la participación de Podemos, dentro o fuera del gobierno, y seguirá siendo necesario Més, el partido nacionalista local, también de izquierdas. Es decir que aparentemente no habrá cambios, para desesperación de los empresarios que, salvo excepciones, deseaban un cambio de rumbo.

El resultado electoral significa que las cuestiones esenciales que caracterizan al Gobierno saliente de Baleares en relación al turismo se mantendrán: el impuesto turístico no se modificará, pese al clamor de los empresarios del sector; pese a la pérdida de competitividad que aducen estos; y, sobre todo, se mantendrá el tono del discurso hacia los empresarios, sobre todo los hoteleros.

Sin embargo, a partir de una alteración de los equilibrios internos que sustentan al gobierno autonómico podría –sólo podría, que no es poco– derivarse un cambio en la relación con el turismo: Podemos ha perdido predicamento, es una marca a la baja y en este nuevo mandato más que exigir ser escuchado debe agradecer poder tener algo de voz y, en segundo lugar, Més, que había ocupado la consejería de Turismo y la de Cultura, y que ha perdido una tercera parte de su representación, probablemente se quede sin parte de su poder. La consecuencia será que las políticas, incluso las turísticas, en el futuro serán mucho más socialistas y mucho menos nacionalistas.

¿En que se traduce esto para el turismo? Si en algún partido de la izquierda hay personas con las que es posible el diálogo constructivo, ese es el PSOE. Obviamente, los postulados socialistas no son similares a los de los empresarios, pero su aproximación a los hechos y a la legislación es realista y sin ánimo de convertir la política en un circo. Hay muchos empresarios que siempre han mantenido puentes de diálogo con los socialistas, lejos de las actitudes más beligerantes de otros compañeros. El PSOE, por ejemplo, es el mismo partido que durante este mandato ha venido parando las barbaridades que Més presentaba en forma de proyectos de ley que los socialistas nunca tramitaron. Lo ha hecho sobre todo para evitar el conflicto, pero lo ha hecho, y es justo reconocerlo.

Sin embargo, hay algo que no cambiará: el tono antiempresarial. Los socialistas no se envuelven en la bandera anticapitalista y ni turismófoba, pero dejan hacer; no son los que están al frente de quienes descalifican a los empresarios, pero callan y asienten; no organizan los saraos que enfadan al sector, pero no mueven un dedo ni para impedirlos ni para contenerlo. Probablemente piensan que ese es el precio que han de pagar para mantener los apoyos políticos suficientes para estar en el poder, lo cual quedó ampliamente confirmado este domingo. Los empresarios, en cambio, esperan que hubiera un posicionamiento claro contra todo este ruido absurdo que se cuece en los círculos podemitas y nacionalistas y que conduce a una creciente hostilidad hacia quienes crean riqueza. Más les vale acostumbrarse porque, con toda seguridad, esto que tanto les irrita, se mantendrá cuatro años más. Y hasta quizás después nunca más lo erradiquemos.