Cuando viajar es escandalosamente barato

Acabo de comprar un billete de avión para hacer un viaje de fin de semana. El precio final del billete entre Palma y Málaga, con Ryanair, para dos personas residentes en Baleares, es de 10,6 euros ida y vuelta. Cada trayecto por persona tiene un precio ligeramente superior a los dos euros, que es lo mismo que cuesta el autobús en mi ciudad.

Por una coincidencia de horarios, el vuelo de salida es a primera hora de un sábado y el de regreso a última hora del domingo, de forma que puedo encajar perfectamente dos días de vacaciones con apenas una noche de hotel. O sea, un 'break' perfecto.

En el mismo portal de la compañía aérea, encontré un coche de alquiler que tiene un precio diario de 6 euros, de forma que con el doble, 12, tengo vehículo el fin de semana. Por mi cuenta, tengo previsto pagarme un seguro adicional con un proveedor diferente de la empresa del rent-a-car, lo que me hace prever que pasaré por un momento desagradable en el aeropuerto, cuando el vendedor me hará creer que si no contrato un seguro con ellos caerán sobre mí todas las plagas de la Biblia.

Y, finalmente, he buscado hotel para finalmente alojarme. Después de ver varios, he escogido un NH de cuatro estrellas. Evidentemente, en las fechas en las que viajo este hotel parece no tener una demanda muy importante por lo que ofrece la habitación doble, sin desayuno, por 41 euros. Si uno compra el alojamiento a través de las OTAs tradicionales, paga ese precio; si lo hace a través de Ryanair, esta compañía devuelve al viajero el diez por ciento del valor, para en viajes posteriores poder descontarlo.

Es decir que dos personas adultas podremos tener un fin de semana en la Península, con hotel, coche y vuelos por 63 euros, a razón de algo más de 31 euros por persona.

Esto, en mi opinión, no es lógico. Esto no se puede admitir. No es posible que un viajero con sólo 30 euros cause el impacto ambiental que provocan esos vuelos, que recorra medio país, que visite dos ciudades, y que encima, debido al descuento de residente, el Gobierno español, o sea todos los ciudadanos, me paguen unos 20 euros de subvención.

Naturalmente, estoy a favor de promover el turismo, por un cúmulo interminable de razones, pero creo que estamos llegado a niveles en los que puede resultar más barato viajar que quedarse en casa. No quiero pecar de ecologista, pero francamente no es posible que este tipo de viajes esté en el mercado. Y mucho menos que el Gobierno los subvencione, como sucede en este caso.

Por supuesto, un viajero como yo aprovechará estas oportunidades porque no tengo responsabilidad alguna en que las cosas se hagan de esta manera pero, incluso yo, que soy el beneficiario, comprendo que esto no es lógico, que no es admisible. Es un 'chollo' pero me da la impresión de que el impacto que causa un viaje de este tipo tiene que ser superior al beneficio que genera.

Ustedes dirán que las empresas que ofrecen estos precios sabrán por qué se permiten ese lujo. Ya sé que si no pago un pequeño plus no podré viajar en el mismo asiento que la otra persona que me acompaña; por supuesto, el coche no estará en la propia terminal del aeropuerto sino que habré de coger un 'shuttle' hasta llegar a él, pero incluso con estas limitaciones, el precio es absurdo. No digamos el hotel, un establecimiento de calidad que, para poder mantener sus puertas abiertas en fechas de tan poca demanda, prácticamente se regala.

A mi entender, todo esto exige una reflexión, un análisis. Viajar casi gratis es muy atractivo, pero la cuestión seria, de fondo, es si realmente a un país, a una economía, al sector turístico le conviene.