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EDICIÓN ESPAÑA

Brexit, pura exageración

Cuando en 2016 se votó la salida o no del Reino Unido de la Unión Europea, una parte de los expertos vaticinaba que el voto negativo iba a provocar una crisis que, como ven, no ha existido. Ahora la cuestión es todavía más esperpéntica: en 2019, cuando se consume la salida, el mundo se va a caer, los británicos dejarán de tener vacaciones, los aviones aterrizarán para nunca más levantar el vuelo, etcétera, etcétera.

El 29 de marzo del año que viene el Reino Unido dejará la Unión Europea, pero no ocurrirá nada diferente de lo que ocurría en los años setenta, cuando este país estaba fuera de Europa, nada distinto de lo que sucede hoy con Noruega o con Suiza, que no están en la unión.

No quiero exagerar: habrá consecuencias, porque en el peor de los casos habrá controles aduaneros, pero como dice el ministro de Hacienda británico, un país independiente siempre tiene armas fiscales para compensar los efectos negativos de los aranceles. Y, ya verán, tanto interés tienen los británicos en vender en Europa como los europeos en vender en el Reino Unido.

¿Se puede creer alguien que los alemanes se van a permitir que sus coches pierdan el segundo mercado europeo más pudiente por una cuestión así? Los más antieuropeos en Gran Bretaña recuerdan que los coches japoneses son excelentes y se venden poco en el país por los aranceles que la Unión Europea les aplica. Alemania entiende este lenguaje perfectamente.

No creo que sea necesario ni un mes para los efectos inmediatos de la salida del Reino Unido, si es que llega a ocurrir que no haya acuerdo, se hayan diluido. Y desde ese momento, todas las partes afectadas empezarán a situarse en un nuevo contexto, buscando limar los problemas que les perjudiquen.

La situación hoy es que día sí, día también, aparecen informes que hablan del final del turismo, de una crisis en la aviación, y mil otras calamidades. Es normal que esta guerra de nervios exista porque las dos partes tienen interés en defender sus argumentos creando temor en la otra parte, provocando miedo, en una palabra.

Si hoy, apenas a dos meses de cerrarse los acuerdos, las dos partes estuvieran de acuerdo, simplemente sería que no han negociado sino que han cedido a la postura rival. Y eso es grave para los británicos, pero lo es mucho más para Europa que tiene interés supremo en demostrar a los 27 países que siguen en la unión que salirse no es conveniente ni aconsejable.

Como se imaginan, ni un hotelero español tiene miedo. No, no puede ser que los británicos se vayan a Egipto a pasar las vacaciones. No, seguirán viniendo como hasta ahora, con su pasaporte en la mano. Nada diferente a lo actual.


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