Es bastante llamativo comprobar cómo la mayor parte de los ciudadanos parecemos creer que las empresas han de anteponer el bien común al beneficio. Lo podemos escuchar a diario, lo podemos leer en la prensa, lo podemos ver en cualquier foro. En Preferente, la mayor parte de los lectores, por no decir todos, acusan a las aerolíneas de querer ganar dinero, que no querer pagar sueldos altos, de abandonar las ciudades a las que vuelan cuando las cosas van mal. Hace unos días, supongo que un canario decía indignado que la aerolínea de los Hidalgo fue al archipiélago a ganar dinero y que cuando vio que aquello no iba, se marchó. A continuación, se indignaba. Igual que todos: mucho enfado con estos desaprensivos. Nos ponemos duros porque, decimos, anteponen sus intereses a los de la sociedad. Es que, por encima de todo, quieren ganar dinero.
Ya me siguen en lo que quiero decir, y de lo que sobran evidencias.
Sin embargo, si miramos este mismo asunto pero desde el punto de vista de los ciudadanos, las cosas no son mucho mejores. ¿Conoce usted a alguien que trabaje de más sin pasarle la factura al empresario? ¿Alguien está dispuesto a dar algo a cambio de nada? Al menos, sin esperar un ascenso, un reconocimiento, sin buscar una compensación de alguna forma. ¿Ha visto usted a alguien que compre un billete de avión en una compañía más cara sólo porque es una empresa más humana? ¿O es que no sabemos quién es el líder indiscutible en Europa? ¿O no sabemos que el precio es el factor absolutamente decisivo en la elección de una aerolínea, siempre que el avión no se caiga?
Incluso cuando viajamos a algún lugar especialmente caro, lo hacemos para obtener como mínimo un rendimiento social de ello y, por supuesto, al volver le damos la paliza a todo amigo y conocido con el fantástico viaje, del que todos entendemos que sólo se benefician unos pocos. Que se fastidien.
Quiero con esto decir que desde un punto de vista moral, probablemente tenemos razón en defender a las empresas y empresarios que son sensibles con el medio ambiente, con los trabajadores, con el factor humano; a los que por encima de todo ponen su función social. Sin embargo, en lo económico, somos absolutamente implacables: todo es una cuestión de precio calidad y lo demás importa bien poco. O nada. ¿O es que no compramos nuestra ropa en China, si es más barata? ¿O no sabemos cómo se las gastan algunas empresas de las que somos clientes?
De todos modos, que nada de esto nos impida seguir moviéndonos por la vida como si el altruismo fuera un factor fundamental. Al menos el altruismo ajeno, que del propio hay bien poco. Recuerdo con tremenda tristeza que, cuando hace unos años se publicó la noticia de que un taxista se había presentado en su ayuntamiento a devolver un paquete con medio millón de euros que se había dejado un cliente, la gran mayoría de los lectores opinaba que este hombre era simplemente un bobo. Los mismos que clamamos por la justicia social.
Por suerte todavía queda gente honesta en el mundo que devuelve, como corresponde, lo que no es suyo.
Efectivamente, el altruismo no existe en las relaciones capitalistas como entendió Marx hace ya más de 150 años y por eso desarrolló el concepto de lucha de clases. Al proletariado productor y consumidor solo le queda enfrentarse al egoísmo empresarial para arrancar de su cuenta de resultados los derechos sociales.
¿En serio a estas alturas todavía alguien puede defender a Marx o al comunismo?
Falta mucha lectura y conocimiento de la historia
Es probable que el mas barato termine siendo el mas caro.
Dado que estamos dentro de un sistema de permanente engaño comercial.
Ya lo dice la vieja frase : ¨La alegría de un bajo precio, nunca compensará la amargura de un mal producto¨
Gracias Alvaro por tu publicación.