Norwegian: atragantada con un proyecto fantástico

Si usted es lector frecuente de Preferente o de Preferente.com ha tenido muchas ocasiones de leer análisis que explican con profundidad cuál es el mal que aqueja a Norwegian, la tercera aerolínea low-cost de Europa, por detrás de Ryanair e Easyjet: no es que haya cometido grandes errores en su política ni en su estrategia, sólo que ha acelerado su desarrollo hasta llegar a unos niveles en los que no es posible madurar los proyectos y, por lo tanto, corre el riesgo de estrellarse.

Norwegian nace en Escandinavia, con un modelo de negocio que funciona estupendamente. Y crece hasta llegar a convertirse en un protagonista del sector. Sus planes de expansión son igualmente acertados: los vuelos intercontinentales, las rutas de corto radio en Europa, incluso su incursión en Argentina parecen razonables.

¿Entonces, dónde está el error? En la velocidad con la que acomete la expansión. Simplemente eso. Y nada menos que eso. Cuando una aerolínea entra en un mercado que desconoce, tiene muchos gastos. Los aviones, los tripulantes, los costes de instalación. Esos gastos hay que pagarlos desde el primer día. Sin embargo, los retornos no son tan inmediatos. Normalmente tardan. Y eso genera un desfase que hay que asumir financieramente. Si el proyecto es acertado, en un año puede haber empatado; si no, las pérdidas se pueden extender en el tiempo. Cuando decimos pérdidas no decimos necesariamente que la ruta o el modelo de negocio sea malo, sino que requiere un tiempo de maduración, un periodo para que los clientes conozcan la oferta, al tiempo que se están pagando los costes.

Norwegian, en su expansión desenfrenada, compró muchísimos aviones para los que ahora se ve claramente que no tiene ingresos. Y esa es su ruina: si no tiene ingresos y tiene gastos, pierde. No es que su modelo sea erróneo, es que las prisas no han dejado margen a que las cosas se estabilizaran. Vean, por ejemplo, los vuelos interiores en España, de Palma a Madrid y Barcelona y de esta ciudad a Bilbao: apenas un año después, abandona, incapaz de obtener los ingresos para cubrir los gastos. Esas líneas probablemente podrían llegar a ser negocio, pero eso exige un plan a dos o tres años, exige constancia, exige no estar endeudado hasta los ojos.

Hoy, Norwegian, uno de los proyectos más expansivos de la aviación europea está pendiente de conseguir enajenar suficientes aviones para con ellos pagar deudas y permitirse un margen para sobrevivir. O, lo más probable y lamentable para Noruega, caer en manos de IAG, que tiene mucho más músculo financiero para soportar estas aventuras. Y más necesidad de aviones, naturalmente.
Esto es lo que el interminable goteo de noticias que publica este digital nos permite comprobar. Y esa es la razón para el tremendo desaguisado.