Hertz explica el drama de gestionar la quiebra con Covid

Como saben, las víctimas del coronavirus se extienden por todo el tejido productivo, con especial crudeza en el turismo. Entre ellas están desde las tiendas de souvenirs a los fabricantes de helados, de las aerolíneas a los rent-a-cars. Una de estas víctimas, que ya hace tiempo se presentó en los juzgados para declarar su insolvencia es Hertz. La compañía está intentando reorganizarse rápidamente, pero duda de que llegue a tiempo para salvarse.

Hasta ahora ha vendido cien mil vehículos usados, sobre todo en Estados Unidos. Espera acabar el año con otros doscientos mil enajenados, lógicamente no siempre al mejor precio. Pero el hundimiento del mercado es aún más grave.

La compañía ha presentado sus cuentas para el segundo trimestre del año, afirmando que “si nuestro negocio no se recupera rápidamente y no somos capaces de reestructurar con éxito nuestro endeudamiento, obtener más exenciones o recaudar capital adicional, existe la duda de si podremos continuar como empresa”.

La cuestión es que nadie sabe cuándo se podrá recuperar el mercado, con qué intensidad y en qué lugares. La compañía sugiere que su plan de reorganización se basa en supuestos que podrían no materializarse hasta fin de año, lo cual significaría un fiasco tras tantos esfuerzos.

Tal es la incertidumbre, que la compañía dice que “además, el impacto de la pandemia de COVID-19 en la industria de viajes, y en nosotros, hace que sea aún más desafiante de lo habitual desarrollar pronósticos de futuro. En consecuencia, esperamos que nuestra situación financiera real y los resultados difieran de lo que hemos anticipado. En consecuencia, no puede haber garantía de que las estimaciones del plan de reorganización se cumplan”, lo cual significa que la compañía está actuando prácticamente a ciegas.

Nada que no conozcan hoy las empresas de todo el mundo del turismo, pero que es insólito ver escrito en un informe a los accionistas, con la crudeza con la que lo cuenta Hertz.