España tiene dos turismos: el que viene desde Europa a las costas y que proporciona la mayor parte de los ingresos, y el interior, que fundamentalmente va desde las grandes ciudades del país a los pequeños pueblos y villas del interior. El primero es un turismo que dura siete u ocho meses al año y el segundo es mucho más puntual, centrado en los festivos, puentes y dos o tres meses de verano a lo sumo. Pero es muy importante para media España, especialmente para la que está vaciándose de habitantes (Agencias: Semana Santa será “el inicio de la remontada”).
En todos los casos, el optimismo está hoy a flor de piel, al esperarse una Semana Santa que definitivamente sea exitosa. Las reservas hoy están por encima del noventa por ciento y todavía faltan semanas para las fechas en cuestión. En toda España, este parece que definitivamente va a ser el fin de la pandemia.
La prensa regional, siempre sensible a estas cuestiones, publica a diario noticias con los niveles de reservas: el 95 por ciento en Valladolid, otro tanto en Soria donde hay confianza en colgar el cartel de ‘completo’, lleno en los hoteles de León desde finales de marzo, se acercan al setenta por ciento las reservas en Palencia, la Semana Santa generará 770 contratos nuevos en Huelva, la costa granadina reactiva sus hoteles ante la llegada de visitantes, el sector turístico de Cantabria mira a la Semana Santa con optimismo, etcétera.
El turismo interior español, que se prepara para volver a la absoluta normalidad, es de los que había sufrido la crisis del Covid con menos intensidad. La escasa dimensión de los hoteles permitió prácticamente desde junio de 2020 la reapertura para los clientes, con un nivel de seguridad bastante importante.
No obstante, en conjunto ha tenido pérdidas porque además, por su dimensión, la caída del mercado normalmente se ha sustentado sobre los empresarios y sus beneficios.
Así, pues, optimismo generalizado ante la Semana Santa para el turismo de la España interior.
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Resulta reconfortante que un Medio que tiene el ombligo de la propaganda en Palma y por ende en toda Baleares, haga una micro reseña a la España peninsular de interior, a sus costumbres y tradiciones ancestrales aunque sean de rito, al paisaje, la naturaleza, la paz, la tranquilidad y el sosiego de la Sociedad rural y NO tan profunda cómo los urbanistas creen; en contrapunto al vacacional de sol, playa y agua pis.
El turismo de interior, existe, es una realidad que va ganando fuerza entre los consumidores inteligentes que ven más allá de la barra de chiringuito y la pulserita del todo incluido.
Afortunadamente, la efebocracia y el trogloditismo veinteañero por razones meramente biológicas tiene una periodicidad frugal y una renta de capa caída con efectos burn out que a medio plazo, al igual que el mochuelo regresa a su olivo, el paisano vuelve a sus raíces.