El Turismo, de apestado hoy a salvador de España en dos años

Las empresas turísticas españolas sufren el cierre del grifo crediticio a cualquiera que se dedique a esta industria, con independencia de que su situación patrimonial y financiera pueda ser robusta. Las casas de análisis de los bancos han lanzado la alerta del 'riesgo industria' hacia todo el sector, sin diferenciar entre solventes y no viables. La crisis del coronavirus ha concentrado su impacto económico en la industria turística y en su entorno, como comercios y restauración, y hoy es el sector más perseguido y apestado para las entidades financieras.

Sin embargo, esta crisis sin precedentes es coyuntural. Las restricciones a la movilidad y a la sociabilidad tienen fecha de caducidad, y la demanda de viajes vacacionales volverá incluso con más fuerza que nunca en los próximos años, gracias al teletrabajo y las videollamadas, que auguran un auge de las largas estancias. Las pernoctaciones, por lo tanto, previsiblemente subirán por encima de lo que crezca la cifra de llegada de turistas, con lo que a su vez aumentará el gasto por viajero en destino. España, presumiblemente, será más atractiva y cercana para los viajeros.

La dependencia turística de España de países más formales, como son las grandes potencias británica y alemana, hace prever que los negocios del sector repuntarán con fuerza en los próximos años. Las naciones del Norte de Europa que nutren de viajeros a las costas de nuestro país tienen a gobiernos muy diligentes con gastar menos de lo que se ingresa, y a sociedades maduras a las que explicarles cuando sea necesaria un recorte de costes entre todos, incluidos los funcionarios, para poder generar credibilidad en el pago de una deuda disparada por la pandemia.

España, en cambio, aparece en la mira internacional como el país occidental donde más difícil será aplicar ajustes con los que encaminarse al superávit público. Una vez el Banco Central Europeo deje de comprar en unos meses la deuda pública española parece probable que la prima de riesgo se dispare respecto a la alemana, y por lo tanto, la crisis de deuda que ya se vivió hace una década estará cerca de nuevo. Y hay dudas de que fondos europeos, centrados en la digitalización y la sostenibilidad, puedan generar puestos de trabajo estables y de futuro, más allá de alguna fábrica puntual de baterías eléctricas.

La transformación de la economía española hacia una más sostenible y digitalizada resulta improbable sin una conversión del capital humano para que una gran parte del país pase de camareros a tecnólogos. Los planes de formación pueden ayudar, pero la tarea se antoja titánica ante tanto personal dedicado a los servicios. El diagnóstico de que España tiene una gran dependencia del turismo es acertado, pero ninguna alternativa parece realista a la hora de crear tantos puestos de trabajo como el que genera nuestro petróleo que son las playas, la comida, el clima, los paisajes, la cultura, la historia, las infraestructuras, la seguridad, y sobre todo la alegría y calidez de nuestra gente.

Algunos gobernantes se han lanzado a proclamar la oportunidad de aprovechar esta crisis para reducir el peso del turismo en la economía. En ciertos casos han planteado alternativas para muchos utópicas, pero en otros casos ni siquiera han mostrado un reemplazo. Una buena parte de España cuestiona el modelo económico centrándose en los defectos y obviando las virtudes, y sin hacer una suma de contras y pros con el fin de ver si surge un balance positivo para el conjunto de la sociedad y para el sostenimiento del sistema del bienestar.

Unos quince millones de españoles, que son alrededor de un tercio de toda la población, trabaja en el sector privado para mantener con el grueso de impuestos a todos los demás. La ofensiva política contra el Turismo amenaza por lo tanto con tener una trascendencia mucho mayor a largo plazo para el bienestar social que una crisis coyuntural como la del coronavirus. Las prioridades de los gobernantes, cuya habilidad prodigiosa con la propaganda contrasta con su incapacidad para entender la economía, abocan a España a un 'shock' financiero cuando llegue la hora de pagar la factura.

España emerge en consecuencia como un país con todos los números para protagonizar los ataques financieros internacionales en cuanto se retiren las ayudas de la autoridad monetaria de Fráncfort. España puede verse entonces necesitada de volcarse sobre la industria que más riqueza pueda crear, y la única posible a día de hoy sigue siendo el siempre denostado Turismo de sol y playa. Los próximos dos años amenazan con ser por lo tanto de una gran agitación e inestabilidad económica dentro de una exhausta España, y la industria turística, al depender del consumo de extranjeros y no del mercado interno, tiene visos de, como en 2011, convertirse en salvadora del país.

Para el sector, una crisis económica no podrá compararse nunca a haber tenido que lidiar con las fronteras cerradas y la obligación de cerrar, como este pasado año. Las empresas turísticas se han vuelto más ágiles y eficientes, aún cuando el socavón ha sido de una magnitud nunca imaginada. La inversión pública en forma de fondos europeos puede no ser suficiente, como en su momento se demostró a distinta escala con el 'Plan E'. Las iniciativas económicas que suelen proceder de los gobiernos tienden a demostrarse inefectivas por precisamente primar los intereses políticos e ideológicos al de los ciudadanos. Así que sobre el lomo de empresarios y trabajadores turísticos recaerá de nuevo la misión de sostener a un país donde tenemos muchas campañas electorales pero apenas vacunas.