Cataluña aboca al turismo a la mayor crisis vista en España

La decisión catalana de independizarse lleva al sector turístico español por una senda arriesgada, de incalculables consecuencias, que puede provocar efectos altamente negativos en la facturación, las inversiones y el empleo. El acuerdo parlamentario de este viernes es de los que alarma a los turistas: ha ocupado las portadas de todos los medios de comunicación del mundo, ha suscitado editoriales, reacciones, comunicados y posicionamientos, que denotan su gravedad. Las tres primeras noticias de la BBC de este viernes fueron sobre el tema, lo que indica qué grado de cobertura suscita esta crisis.

Ante una noticia de este calado, es normal que los viajeros y las empresas turísticas adopten cautelas inusuales. Por lo pronto, es previsible que se frenen las inversiones y también cabe esperar que los viajes turísticos queden en stand by durante un tiempo, hasta que se aclare el panorama. Las imágenes recurrentes de manifestaciones, incluso pacíficas como están siendo las de Barcelona, llevan al viajero potencial a esperar a ver qué ocurre. No está claro que los pasos que se avecinan en un futuro cercano vayan a ser igualmente pacíficos. La campaña electoral que se iniciará casi de inmediato puede suponer muchos momentos de tensión que, a buen seguro, no mejorarán la percepción de los viajeros.

De esta forma, pues, es totalmente previsible que Cataluña vaya a tener un fuerte retroceso en sus cifras de turistas, tal vez en el orden del 30 por ciento, a la vista de situaciones comparables. Pero en cada caso hay condicionantes diferentes.

No crean que todo esto va a ser neutro para el resto de España. También en el resto de la Península existe el riesgo de que esta situación pueda tener un impacto económico. Es mucho más difícil determinar qué retroceso podría tener el turismo en este caso, pero no crean que aparecer todo el tiempo en todos los titulares de todos los medios de comunicación por un motivo como este puede ser beneficioso. Para que nos hagamos una idea de lo que estamos hablando, ayer algunos periódicos publicaban un mapa en el que se indicaba dónde estaba Cataluña. Esto significa que los periodistas piensan, seguramente con razón, que sus lectores ni siquiera saben en qué lugar del mapa se encuentra esta región. Esto, obviamente, nos permite entender el impacto general sobre España que esta crisis tendrá especialmente en los viajeros de larga distancia que proceden de América o del Extremo Oriente.

¿Cuánto puede durar esta situación? En España no lo sabemos. No tenemos ni idea. Ni siquiera sabemos si esas elecciones para diciembre contarán con la participación de los nacionalistas catalanes, que de no acudir provocarían un problema mucho más duradero que el actual.

Tampoco es posible aclarar si todo lo que va a ocurrir desde ahora será siempre pacífico. En el caso de que hubiera algo de violencia o, más exactamente, en el caso de que esa violencia se televise como ocurrió el 1 de octubre, entonces el impacto de esta crisis sería aún más grave. Y puede que duradero.

No es fácil determinar la dimensión del problema turístico que se avecina, pero sí tenemos ejemplos en los países de religión musulmana. En el caso turco, por ejemplo, los enclaves turísticos más alejados de Estambul, pese a que no han vivido ningún episodio violento, también han padecido severos recortes en el número de visitantes, porque lo que cuenta no es la realidad sino la percepción que de ella tengan los viajeros. Algo similar ha ocurrido en Túnez o Egipto, en caso que no son exactamente comparables.

No todos, sin embargo, van a sufrir igual. Las agencias de viajes ya están notando una congelación en la actividad económica general de Cataluña. Los catalanes, ante las interminables turbulencias que se avecinan, es poco probable que sigan viajando normalmente. En todo caso, no será el sector más afectado.

Los hoteles de ciudad, los que se alimentan de turistas de negocios y en menor medida de viajeros de fin de semana, van a padecer muy seriamente los efectos de esta declaración de independencia. En primer lugar, los visitantes del resto de España van a reducir sus viajes y, en menor medida, los turistas del resto de Europa. No es fácil determinar la dimensión de esta crisis, pero será significativa. Y tampoco sabemos cuánto durará. Algunas cadenas que tienen sus inversiones concentradas en Cataluña, sufrirán seriamente. Las que tengan su portfolio hotelero más diversificado, podrán paliar los efectos. Obviamente, esto va a tener un impacto en el transporte, en la oferta de ocio complementario, en los parques de atracciones, en los aeropuertos, etcétera.

Sin embargo, hay un elemento positivo: la crisis pilla en un momento de baja actividad, con lo que el impacto será más suave de lo que hubiera sido si esto ocurriera en abril o mayo, con su proyección sobre el verano.

La cuestión más dramática para el empresariado turístico es que nadie puede establecer cuándo se puede comenzar a salir de esta espiral. Normalmente, como ha ocurrido en otros países, las aguas comenzarán a volver a su cauce a partir de seis meses después de que los medios de comunicación dejan de hablar recurrentemente sobre este territorio. Al cabo de dos años se suele recuperar prácticamente toda la actividad previa a la crisis.

Por lo tanto, la previsión es que vamos a vivir con mucha tensión a lo largo del próximo año, retrocediendo en el volumen de negocio turístico y con algunas empresas muy afectadas.